La historia de la primera paciente del hospital de Kenema, en Sierra Leona

Fudia, la primer paciente del hospital de Kenema, junto a su madre. "En la primera alimentación de la pequeña, el personal comenzó a cantar y aplaudir, y vimos la primera sonrisa de nuestra joven paciente. Fue hermoso", cuenta la enfermera Amanda Hooyboer.Amanda Hooyboer

Amanda Hooyboer, enfermera de Médicos Sin Fronteras en Sierra Leona, cuenta la historia de Fudia: la primera paciente que llegó al hospital de Kenema. Actualmente MSF busca combatir las altas tasas de mortalidad con otro nuevo hospital, esta vez en Hangha.

A la vez que un nuevo hospital abre sus puertas en Hangha, la enfermera Amanda Hooyboer comparte la historia de una pequeña paciente muy importante, la primera del hospital de Kenema.

“Un miércoles por la mañana, docenas de integrantes del personal médico se reunieron a las puertas del nuevo hospital de Médicos Sin Fronteras en el distrito de Kenema, Sierra Leona. Vestidos con uniformes verdes, esperaban; la luz de la mañana llenó el hospital vacío en la ciudad de Hangha.

Con vítores y entusiasmo, se abrieron las puertas del hospital. Casi dos años y medio de construcción, meses de planificación, capacitación y preparativos habían llevado hasta este momento, y ahora estábamos aquí, listos para servir a la gente del Distrito Este de Sierra Leona.

La primera paciente

Una de las situaciones para las que el hospital está equipado para ayudar es la desnutrición. El personal del centro de alimentación terapéutica para pacientes hospitalizados (ITFC) acudió a la unidad a esperar que ingresaran los primeros pacientes desnutridos.

Más tarde ese mismo día, recibimos una llamada de la sala de urgencias, diciéndonos que recibiríamos a nuestro primer paciente para hospitalización. Una madre de Kenema había estado intercambiando cebollas en el mercado de la ciudad de Hangha cuando se enteró del nuevo hospital. Llegó con su hija, Fudia.

Un grupo de enfermeras y auxiliares de enfermería de la sala de urgencias trajeron a la unidad a la ansiosa madre, llevaba consigo a una niña de 15 meses. La pequeña parecía cansada y nerviosa cuando su madre la recostó en la cama y las enfermeras de urgencias dieron su informe. Fudia llevaba un mes con fiebre y diarrea, que se complicaron por una severa desnutrición aguda.

El equipo de urgencias dijo a las enfermeras en el centro de alimentación que Fudia había ingresado antes en el centro de alimentación suplementaria del hospital gubernamental local, pero que la madre no había podido continuar dándole la comida terapéutica en el programa ambulatorio.

Abrumador

Cada interacción con la paciente llevó a todas las enfermeras, auxiliares de enfermería y oficiales de salud comunitarios (CHO) al lado de la cama de la niña, estaban ansiosos y ansiosas por tratar a nuestra primera paciente.

Fudia lloró cuando el personal de uniformes verdes revisó su altura, peso, signos vitales y circunferencia del brazo superior. Su madre estaba callada mientras miraba. Solo podía imaginar lo extraño y abrumador que debe ser estar en un hospital nuevo como la única paciente.

Cuando vi que la madre tenía lágrimas en los ojos mientras ataba a su hija a la espalda con su colorida lapa, me preocupó que pudiera irse. Una de las enfermeras del centro de alimentación salió con ella, consolándola cuando le dijo que se sentía muy sola en la unidad.

Sin embargo, a medida que avanzaba el día, las enfermeras se sentaron con Fudia y su madre y compartieron palabras de aliento. Intentaron traer algunas risas y familiaridad al día.

Sanando y creciendo

En la primera alimentación de la pequeña, el personal comenzó a cantar y aplaudir, y vimos la primera sonrisa de nuestra joven paciente. Fue hermoso.

Durante los días siguientes, vi cómo la madre y la niña sanaban y crecían. La primera vez que nuestra dulce paciente comenzó a aplaudir y cantar con el personal a la hora de comer, supe que estábamos aquí por una razón: que al abrir este hospital ayudaríamos a más niños a sonreír, crecer y prosperar.

A medida que el centro de alimentación admitía a más pacientes, el personal comenzó a llamar a Fudia nuestra «primera damita». Los días pasaron y ella se rió y portaba una sonrisa aún más grande. A finales de la semana siguiente, las camas en el centro de alimentación estaban casi llenas y llegó la hora de dar de alta a nuestra primera paciente.

Con medicamentos y suficiente comida terapéutica para darle a Fudia hasta el día de seguimiento en el centro de salud comunitario, su madre envolvió a su hija en su espalda y salió por las puertas del hospital. Voy a dejar una una foto de ellas en la portada de esta entrada de blog.

Fudia sería la primera de muchas personas que trataríamos aquí en el hospital, y eso es algo hermoso.”

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