Detectando y tratando el cáncer de cuello uterino en Zimbawe

Rumbidzai, de 51 años, fue asistida por el equipo de MSF en el distrito de Chatikobo, Zimbabwe.Nyasha Kadandara/MSF

«No solo damos una esperanza, evitamos que se desarrolle el cáncer cervical y que más mujeres tengan una oportunidad para sobrevivir. Todavía queda mucho por hacer», cuenta nuestra obstetra y ginecóloga Séverine Caluwaerts.

La doctora Séverine Caluwaerts, obstetra y ginecóloga belga, ha trabajado en varios proyectos de salud materna con Médicos Sin Fronteras (MSF) en países como Sierra Leona, Burundi, República Democrática de Congo y Afganistán.

Hace dos años viajé a Mozambique para apoyar a mis compañeros de MSF en la detección del cáncer de cuello uterino y la gestión de casos complicados. En Maputo, la capital del país, MSF se centra en detectar este tipo de cáncer en mujeres VIH-positivas ya que tienen un riesgo mayor de desarrollar la enfermedad. La epidemia del VIH es endémica aquí y, aunque una de cada ocho mujeres vive con virus, el tratamiento antirretroviral vital se ha vuelto mucho más accesible en los últimos años.

Junto con las enfermeras, pasé consulta de salud sexual y reproductiva toda la mañana. Tanto mis compañeras como las pacientes se rieron de mi limitado portugués, aunque lograban entenderme. Las mujeres venían a la consulta por varias razones: hacerse la prueba de VIH, planificación familiar, primera visita de atención prenatal y detección de cáncer de cuello uterino. A veces, una paciente se hacía la prueba del VIH, planificación familiar y detección de este tipo de cáncer en una sola visita. Vi unas 20 mujeres y niñas durante la mañana.

Nuestra última paciente de la mañana, Maura* de 40 años, entró por la puerta. De inmediato, veo que está muy delgada y tiene inflamados los ganglios linfáticos del cuello. “Bienvenida Maura”, le digo, “Soy la doctora Séverine de MSF”. Recibo una cálida sonrisa a cambio. La enfermera le pregunta a Maura por qué ha venido a la clínica hoy. “Tengo dolor de estómago”, dice, “y hay algo sucio que sale de mi vagina”.

Espero instantáneamente que “solo” sea una enfermedad de transmisión sexual, algo que pueda tratarse. Pero durante el examen, la enfermera y yo vemos una masa situada en el cuello uterino, que sobresalía hacia la vagina. Un examen más detallado revela que la masa se extiende hasta la pared pélvica.

Cuando ya está vestida de nuevo, aconsejamos a Maura que se haga la prueba del VIH. Ella está de acuerdo y, como sospechábamos, el resultado es positivo. La enfermera se sienta con Maura y le explica muy delicadamente que tiene dos afecciones graves: cáncer de cuello uterino y VIH. La enfermera le asegura que haremos todo lo que podamos y que será derivada a la clínica de VIH y donde puede empezar a tratarse hoy mismo.

El tratamiento para su cáncer cervical, sin embargo, es complicado. Es inoperable y necesita radioterapia para tener alguna posibilidad de sobrevivir. No hay una unidad de radioterapia en Mozambique, por lo que los pacientes son remitidos a hospitales en Sudáfrica, pero en realidad, este sistema no funciona porque está demasiado lejos, y es demasiado costoso y complicado.

Hace dos años, abracé a Maura, le deseé todo lo mejor y me fui a casa con un gran pesar. Sus graves problemas de salud se pueden prevenir en gran medida. Y si hubiera tenido acceso a una prueba de detección, y si se hubiera hecho la prueba del VIH antes. Y si…

Actualmente, mueren más mujeres por cáncer de cuello uterino que por complicaciones del embarazo y el parto en el mundo. En 2018, 311.000 mujeres murieron a causa de este cáncer, la mayoría vivía en entornos de bajos ingresos con un acceso a la atención médica de calidad limitado por cuestiones financieras, culturales o geográficas.

Mujeres escuchan sobre el programa de cáncer de cuello uterino en el centro de tratamiento de Gutu, Zimbabwe.

Aunque se prevé que la cifra aumente en los próximos años, el mundo guarda silencio sobre estas muertes. Y lo peor es que las herramientas preventivas, incluida la vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH) y el tratamiento como la crioterapia (congelación del tejido afectado en el cuello uterino) están disponibles y, en el caso de este último, son asequibles.

El pasado julio viajé a Zimbabwe donde MSF tiene un programa de detección y tratamiento del cáncer de cuello uterino en colaboración con el Ministerio de Salud. La detección se hace en seis clínicas donde las mujeres también tienen acceso a planificación familiar, pruebas de VIH y tratamiento si es necesario. El equipo examinó a 5.751 mujeres en el distrito de Gutu el año pasado, y ahora hemos llegado al 75% de las mujeres en la zona.

Hacemos promoción para convencer a las mujeres de que hagan una prueba de detección del virus del papiloma humano que hacemos a través de una prueba de laboratorio llamada VIA (inspección visual con ácido acético). En caso de que el resultado sea positivo, se tratan las lesiones precancerosas con una técnica conocida por sus siglas en inglés (LEEP) que permite eliminar las células anormales del cuello del útero.

Todo esto ha traído muy buenos resultados. Año tras año, más mujeres vienen para la detección y detectamos menos anormalidades. Hay varios factores detrás de este éxito: más mujeres son examinadas, nuestros equipos hacen actividades de promoción y sensibilización, y al personal está mejor capacitado para reconocer anomalías. También sabemos que el tratamiento del VIH a largo plazo ayuda a eliminar espontáneamente las lesiones precancerosas.

El año pasado, en Gutu, MSF también llevó a cabo una campaña de vacunación escolar contra el VPH para niñas de 9 a 10 años, y suministró vacunas para 1.000 mujeres jóvenes VIH-positivas de entre 15 y 26 años. Estas niñas y jóvenes tienen ahora una muy buena oportunidad de protección de por vida contra esta enfermedad mortal.

Por lo tanto, mediante este tipo de vacunaciones y al proporcionar pruebas de detección y tratamiento en el acto, no solo damos una esperanza, evitamos que se desarrolle el cáncer cervical y que más mujeres como Maura tengan una oportunidad para sobrevivir. Todavía queda mucho por hacer.

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