Violencia étnica en Sudán: la población de Darfur Norte sufre atrocidades masivas y constantes

Imágenes del desplazamiento en los alrededores de Tawila. Desde Médicos Sin Fronteras (MSF) exigimos que la violencia étnica en Sudán se detenga.

En El Fasher, la violencia es sistemática e incluye saqueos, asesinatos, violencia sexual y ataques a civiles. Alertamos sobre una posible ofensiva total en la ciudad, que pondría en riesgo a cientos de miles de personas, y pedimos el fin de la violencia y una respuesta humanitaria urgente.

En la región de Darfur Norte, en Sudán, se están cometiendo atrocidades masivas. Las partes enfrentadas deben poner fin a la indiscriminada violencia étnica en Sudán, y deben facilitar de inmediato una respuesta humanitaria a gran escala.

Expresamos nuestra extrema preocupación ante la amenaza de una ofensiva total sobre los cientos de miles de personas que permanecen en la capital regional de El Fasher, lo que podría provocar aún más derramamiento de sangre.

Desde el recrudecimiento del conflicto en la zona en mayo de 2024, la población civil ha seguido siendo la principal víctima. El informe titulado »Asediados, Atacados, Hambrientos», describe una situación desesperada para la población civil en El Fasher y sus alrededores. Esta situación requiere atención y respuesta urgentes.

“La población no solo se ve atrapada por los intensos combates entre las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) y las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y sus respectivos aliados, sino que también está siendo objeto de ataques deliberados por parte de las FAR y sus aliados, especialmente por motivos étnicos

Michel Olivier Lacharité, responsable de Emergencias de MSF.

Testimonios que exponen una violencia sistemática y silenciada

Imágenes del desplazamiento en los alrededores de Tawila.

Basado en nuestros datos, observaciones directas y más de 80 entrevistas realizadas entre mayo de 2024 y mayo de 2025 con pacientes y personas desplazadas de El Fasher y del cercano campo de Zamzam, el informe expone patrones sistemáticos de violencia étnica en Sudán, que incluyen saqueos, matanzas, violencia sexual, secuestros, hambre y ataques contra mercados, centros de salud y otras infraestructuras civiles.

“Pacientes y miembros de la comunidad nos han contado sus historias y nos han pedido que alcemos la voz ya que su sufrimiento apenas figura en la agenda internacional. Nos vimos en la obligación de documentar estos patrones de violencia implacable que han destruido innumerables vidas ante la indiferencia y la inacción generalizadas durante el último año”

Mathilde Simon, nuestra asesora de Asuntos Humanitarios.

El asedio a Zamzam y la huida forzada de miles

Imágenes del desplazamiento en los alrededores de Tawila.

Asediados, Atacados, Hambrientos’ también detalla cómo las FAR y sus aliados lanzaron en abril una ofensiva terrestre a gran escala contra el campo de desplazados de Zamzam, a las afueras de El Fasher. Esto obligó a unas 400.000 personas a huir en menos de tres semanas en condiciones extremas.

Una gran parte de la población del campo se refugió en El Fasher, donde permanece atrapada. Las personas permanecen sin acceso a ayuda humanitaria y expuesta a ataques y nueva violencia masiva.

Decenas de miles más huyeron a Tawila, a unos 60 kilómetros, y a campos del otro lado de la frontera con Chad. En esos campos, cientos de supervivientes recibieron atención de equipos de MSF.

Varios testigos afirman que miembros de las FAR hablaban de “limpiar El Fasher” de su población no árabe. Desde mayo de 2024, las FAR y sus aliados han sitiado El Fasher, el campo de Zamzam y otras localidades cercanas. Ellos han estado cortando el acceso a alimentos, agua y atención médica, lo que ha agravado la hambruna y paralizado la respuesta humanitaria.

“A la luz de las atrocidades masivas de motivación étnica cometidas contra la comunidad masalit en Darfur Oeste en junio de 2023, y de las masacres perpetradas en el campo de Zamzam en Darfur Norte, tememos que un escenario similar se repita en El Fasher. Esta oleada de violencia debe cesar”

Mathilde Simon, nuestra asesora de Asuntos Humanitarios.

La asistencia humanitaria no está siendo respetada en absoluto

Pacientes en espera de atención médica debido a la violencia étnica en Sudán, a la entrada de la unidad de urgencias del hospital de Tawila.
Pacientes en espera de atención médica, a la entrada de la unidad de urgencias del hospital de Tawila.

Los repetidos ataques a instalaciones sanitarias nos obligaron a cesar nuestras actividades médicas en El Fasher en agosto de 2024. También nos obligaron a suspender nuestra atención en el campo de Zamzam en febrero de 2025.

Solo en mayo de 2024, los centros de salud que apoyamos en El Fasher sufrieron al menos siete incidentes. Entre ellos bombardeos, ataques con proyectiles o disparos por parte de todos los bandos enfrentados.

Los bombardeos indiscriminados llevados a cabo por las FAS tuvieron consecuencias devastadoras, como relata una mujer de 50 años: “Las FAS bombardearon nuestro barrio por error y luego vinieron a disculparse. A veces bombardeaban zonas civiles sin presencia de las FAR, lo vi en distintos lugares”.

Rutas de escape mortales y violencia étnica selectiva en Sudán

Imágenes del desplazamiento en los alrededores de Tawila.

El nivel extremo de violencia étnica en Sudán en las rutas de salida de El Fasher y Zamzam hace que muchas personas queden atrapadas o asuman riesgos mortales al intentar huir. 

Hombres y niños corren un alto riesgo de ser asesinados o secuestrados, mientras que mujeres y niñas son víctimas de violencia sexual generalizada.

Muchos testigos señalan también un aumento del riesgo para las comunidades zagawa. “Nadie podía salir [de El Fasher] si decía que era zagawa”, explica una mujer desplazada. Otro testigo cuenta que las RSF y sus aliados “preguntaban a las personas si eran zagawa y, si lo eran, los mataban”.

“Solo dejaban pasar a madres con hijos menores de 5 años”, recuerda otra mujer sobre su huida hacia el este de Chad. “Los demás niños y los hombres adultos no podían pasar. Los hombres mayores de 15 apenas logran cruzar la frontera. Se los llevan, los apartan y luego solo se oye un ruido, disparos, lo que indica que los han matado. […] 50 familias salieron conmigo. Ni un solo niño mayor de 15 años estaba entre nosotros”.

La situación nutricional, ya catastrófica, siguió deteriorándose a medida que se endurecía el asedio: “[Hace tres meses], en Zamzam, a veces pasábamos tres días a la semana sin comer”, cuenta un hombre a nuestros equipos. “Los niños morían de desnutrición. Comíamos ambaz [residuo de maní tras la extracción de aceite], como todos, aunque normalmente es alimento para animales”, explica una mujer desplazada. “Zamzam estaba completamente bloqueado”, añade otra persona desplazada. “Los pozos de agua funcionan con combustible y no había acceso al combustible, así que dejaron de funcionar. El agua era muy limitada y muy cara”.

El tiempo se agota

Hitham, enfermera de MSF, comprueba las constantes vitales de una anciana mientras se recupera en el puesto sanitario de MSF en Tawila Umda. En los últimos días, cientos de personas —mujeres, niños y ancianos— han sido traídas por sus familiares en estado avanzado de agotamiento y deshidratación.
Hitham, enfermera de MSF, comprueba las constantes vitales de una anciana mientras se recupera en el puesto sanitario de MSF en Tawila Umda. En los últimos días, cientos de personas —mujeres, niños y ancianos— han sido traídas por sus familiares en estado avanzado de agotamiento y deshidratación.

Instamos a todas las partes en conflicto a proteger a la población civil y respetar sus obligaciones conforme al derecho internacional humanitario.

Las FAR y sus aliados deben cesar de inmediato la violencia étnica en Sudán contra comunidades no árabes, levantar el asedio de El Fasher y garantizar rutas seguras para quienes huyen de la violencia. 

Es imprescindible que las organizaciones humanitarias tengan acceso libre y sin restricciones a El Fasher y sus alrededores para poder proporcionar la asistencia crítica que se necesita. 

Los actores internacionales –incluidas las instituciones de la ONU, los Estados miembros y aquellos que prestan apoyo a las partes en conflicto– deben movilizarse urgentemente y ejercer presión para evitar nuevas matanzas y permitir la entrega de ayuda de emergencia. 

Las recientes declaraciones unilaterales sobre un posible alto el fuego local aún no se han traducido en cambios concretos sobre el terreno, y el tiempo se agota.

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