A medida que la violencia se intensifica, cada vez hay más personas heridas pero resulta más difícil para la población acceder a atención médica. Las instalaciones de salud están en la primera línea del frente; de hecho, el lunes 9 de agosto un misil explotó muy cerca de nuestra sala de urgencias en el hospital de Boost.
Nuestros equipos brindaban atención médica de emergencia y servicios de ambulancia gratuitos desde 2018, hasta que en diciembre de 2020 las autoridades camerunesas de la región suspendieron nuestras actividades. Casi ocho meses más tarde, no tenemos más remedio que marcharnos: no podemos mantener a nuestro personal en espera por más tiempo.
Actualmente, más de 350.000 personas se encuentran desplazadas en la región desértica del Sahel debido a la violencia entre grupos armados. El colapso climático deteriora el acceso al agua y aumenta la vulnerabilidad de estas comunidades que necesitan asistencia humanitaria con urgencia.
También anunciamos la suspensión de nuestras actividades en algunas zonas de Etiopía y hacemos un llamamiento para que los trabajadores humanitarios podamos llevar a cabo nuestra labor en condiciones de seguridad.
Hoy es un día terrible de duelo. Condenamos con dureza el ataque que ha costado la vida a tres de nuestros compañeros y sufrimiento a sus familiares y seres queridos, y que tendrá consecuencias dramáticas para la asistencia a las poblaciones a las que María, Yohannes y Tedros servían. Trabajaban en
Esperanza Santos, nuestra enfermera y coordinadora de Emergencias en Tigray, Etiopía, nos relata cómo el conflicto armado ha arrasado en solo seis meses una región desarrollada y rica, haciendo que cientos de miles de personas tengan que huir de sus hogares para escapar de la violencia.