“No es el momento de cortar la financiación de la lucha contra el Sida”

El Fondo Mundial se estableció hace 10 años con la financiación mayoritaria de los gobiernos, como una reserva especial destinada a combatir la espiral de la pandemia del VIH/sida, así como la tuberculosis (TB) y la malaria, dos enfermedades infecciosas que se cobran la vida de millones de personas cada año en los países en […]

El Fondo Mundial se estableció hace 10 años con la financiación mayoritaria de los gobiernos, como una reserva especial destinada a combatir la espiral de la pandemia del VIH/sida, así como la tuberculosis (TB) y la malaria, dos enfermedades infecciosas que se cobran la vida de millones de personas cada año en los países en desarrollo.

Médicos Sin Fronteras (MSF) trabaja junto a las autoridades de salud de muchos países que dependen del apoyo del Fondo Mundial para el suministro de tratamientos vitales para su población. Estos países no pueden asumir el coste total del tratamiento necesario para estas tres enfermedades. Por consiguiente, el anuncio que hizo el Fondo Mundial la semana pasada ha causado una preocupación general y un cierto pánico.

El presidente internacional de Médicos Sin Fronteras, el Dr. Unni Karunakara, quien la semana pasada visito Buenos Aires, nos habla de la respuesta de la organización a la crisis de financiación y de las medidas a tomar.

Como organización médica que trata a pacientes con VIH, TB y malaria en los países en desarrollo, ¿cuál ha sido la reacción de MSF a la noticia de los recortes en el Fondo Mundial?

Hay una gran sensación de sorpresa y consternación en el seno de la organización al comprobar que el Fondo Mundial – que ha supuesto un enorme salto adelante en el tratamiento del VIH, la malaria y la TB en todo el mundo mediante los proyectos que financia – se ve golpeado por una crisis presupuestaria que pone en peligro la vida de tantas personas en los países en desarrollo. MSF trabaja en muchos de estos países y es testigo de lo frágiles que pueden ser los logros obtenidos con tanto esfuerzo en estos lugares.

El Fondo está diciendo ahora que dará las subvenciones mínimas para sostener los programas de tratamiento de aquellos países que, de otro modo, se enfrentarían a fuertes interrupciones de las terapias en curso desde ahora hasta principios de 2014.

Pero sin duda veremos un fuerte freno en la futura ampliación de los programas de tratamiento del VIH, la TB y la malaria, con consecuencias de largo alcance para los pacientes, sus familias y sus comunidades. Es un escándalo que los donantes y los miembros de la junta directiva del Fondo Mundial estén enviando el mensaje de que los países dejen de admitir pacientes en sus programas de tratamiento.

¿Quiénes son los responsables?

Durante los últimos dos años ha habido un descenso general de la financiación de programas de VIH/sida por parte de los donantes internacionales, pero la tremenda disminución actual se debe a la actitud de los países donantes del Fondo Mundial: algunos, simplemente, han reducido las cantidades que se comprometieron a pagar, como por ejemplo Dinamarca y Holanda, mientras que otros han dejado de contribuir totalmente debido a la crisis económica en sus países, como en el caso de Irlanda, España e Italia, y no han renovado sus compromisos.

En última instancia, es responsabilidad de todos los donantes que han votado cancelar la última ronda de reposición de fondos y, a más largo plazo, privar al Fondo de unos recursos que se necesitan con urgencia.

¿Cómo afectarán los recortes a las personas en tratamiento del VIH?

Las autoridades nacionales de salud, con las que trabajamos principalmente en el tratamiento del VIH, la TB y la malaria, sufrirán de una u otra forma el impacto directo de estos recortes. Si los ministerios de Salud no reciben una financiación sólida y previsible, no hay forma de que organizaciones como MSF puedan cubrir las carencias existentes.

En algunos países en los que trabajamos, las autoridades ya estaban luchando contra los elementos para suministrar tratamiento del VIH, incluso antes de que se anunciaran los recortes de financiación. Zimbabue, por ejemplo, depende en estos momentos de las reservas del país para cubrir la escasez de fármacos.

Solo será posible la ampliación del tratamiento a muy pequeña escala, mediante la aplicación de medidas eficaces y formas innovadoras de dar tratamiento. Pero ningún plan ambicioso de ampliación de tratamiento para las tres enfermedades, como el que ahora mismo se necesita, podrá cumplirse sin nuevas e importantes aportaciones financieras.

La pena es que muchos de los países afectados, en vista de los grandes logros obtenidos hasta ahora, en estos momentos están probando nuevas y ambiciosas estrategias que realmente podrían detener la propagación de la pandemia del VIH. Por ejemplo, Uganda aspira a acelerar el ritmo de incorporación de personas al tratamiento del VIH, redoblando los esfuerzos actuales. Kenia tiene previsto suministrar tratamiento de por vida a las mujeres embarazadas VIH-positivas, lo que podría disminuir el número de niños que nacen con el virus. Otros países, como Mozambique, esperan avanzar en el tratamiento precoz con mejores fármacos que mantengan a los pacientes con vida más tiempo y reduzcan las nuevas infecciones.

Los resultados de nuevas investigaciones demuestran que el tratamiento no solo beneficia a los pacientes a nivel individual, sino que también reduce la probabilidad de que estos transmitan el virus a otras personas, protegiendo así a la comunidad.
Este no es el momento de cerrar el grifo de los fondos para el VIH/sida.

¿Qué ocurre con la gente que necesita tratamiento de la TB o la malaria?

El Fondo Mundial ha posibilitado grandes esfuerzos nacionales para combatir estas dos epidemias. El Fondo costeó la inmensa mayoría del gasto de programas de TB a nivel internacional el pasado año. Contra todo pronóstico, el número de personas tratadas de TB resistente a los medicamentos (DR-TB por sus siglas en inglés) aumentó un 50% en 2010. Pero, al igual que ocurre con el VIH, ahora que empezamos a ver luz al final del túnel y resultados concretos en términos de más pacientes en tratamiento, ya no habrá más fondos. Por ejemplo, MSF trabaja con las autoridades de salud en Uzbekistán, donde lleva a cabo un programa de tratamiento de pacientes con DR-TB. Lo previsible sería aumentar el número de pacientes para detener el avance de la enfermedad en el país, pero este plan corre un serio peligro.

Hemos esperado años para poder ofrecer un diagnóstico rápido y certero a las personas con TB. Actualmente se está desarrollando una nueva prueba que podría facilitar muchísimo el diagnóstico. Pero sin financiación, este avance no beneficiará a los pacientes. Hacen falta fondos tanto para métodos de diagnóstico como para tratamientos. En malaria también se han producido avances que nos permitirán salvar las vidas de muchos más niños.

Una investigación que se llevó a cabo el año pasado mostró que mediante la introducción de un nuevo protocolo de tratamiento con artesunato para niños con malaria severa, se podrían salvar 195.000 vidas más que con el tratamiento actual. Un par de países africanos ya han incluido el nuevo fármaco en sus protocolos, lo que supone un coste mayor, de modo que no podrán asumirlo si no cuentan con ayuda externa. En 2009, el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria suministró el 65% del dinero para combatir la malaria en todo el mundo.

¿Qué ocurre con el cumplimiento de los objetivos a nivel internacional?

Los gobiernos que participaron en la Reunión de Alto Nivel sobre VIH/sida en la Asamblea General de Naciones Unidas del pasado mes de junio en Nueva York se comprometieron a garantizar que 15 millones de personas tendrían acceso al tratamiento del VIH que necesitan en 2015. La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, hace solo unas semanas habló de la perspectiva de una generación libre del sida.

De hecho, este año hemos podido comprobar que se ha estancado el número de nuevas infecciones en el mundo, lo que indica que nos estamos moviendo en la dirección correcta para llegar a tener el sida bajo control en las regiones más duramente golpeadas por la pandemia. No podemos perder la oportunidad que se nos presenta en este momento.

No hay falta de buena voluntad para reducir la pérdida de vidas y el sufrimiento humano que causan la TB y la malaria en el mundo. El verdadero desafío al que nos enfrentamos es que estos planes y buenas palabras se hagan realidad.

Por último, ¿cuál es el mensaje a los donantes?

Somos conscientes de que el clima económico es muy complicado y de que muchas personas en los países desarrollados atraviesan tiempos difíciles.

Pero debemos tener en cuenta que las sumas que se necesitan para salvar vidas en países en desarrollo son mínimas en comparación con los presupuestos nacionales de los países desarrollados.

Hacernos creer que podemos reducir de algún modo el número de personas que necesitan tratamiento mediante un racionamiento de la atención médica no es la respuesta. En este momento, los donantes y los países en los que estas enfermedades causan estragos, deben estar a la altura del desafío.

Necesitamos poner en marcha mecanismos de financiación como el del tan debatido impuesto sobre transacciones financieras. Pero hasta que estos nuevos mecanismos funcionen pasará tiempo y, mientras tanto, los países deben demostrar urgentemente su liderazgo contribuyendo con los fondos necesarios para llevar tratamientos vitales a millones de personas.

No disparemos a las ruedas de la ambulancia justo cuando empezamos a ver los beneficios de la inversión.

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Ver también http://msf.org.ar/noticias_y_prensa/nota1.asp?idnoticia=476

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