Cumplimos 50 años de acción médico-humanitaria en Honduras. Se trata de un hito: es el primer país del mundo en el que la organización llega a este aniversario.
En 1974 llegamos por primera vez a este país centroamericano para responder a las afectaciones causadas por el huracán Fifí. Este huracán dejó miles de muertos y personas damnificadas. Y desde entonces hemos permanecido para apoyar a la sociedad hondureña en múltiples situaciones críticas.
Durante cinco décadas, nuestros equipos han respondido a otros desastres de origen natural como el Huracán Mitch en 1998, ETA e Iota en 2020. Así como también tormentas tropicales y epidemias como la del chagas, dengue y COVID-19.

Tras el huracán Mitch, en 1998, gran parte de la región que azotó quedó bajo el barro. La tormenta dejó a más de 20,000 personas fallecidas, un millón más sin hogar y retrasó años el desarrollo de la región. © B. Stone
Así mismo, también otorgamos respuestas ante emergencias silenciosas e invisibilizadas como la violencia urbana y la violencia sexual. Atendemos la falta de acceso a salud sexual y reproductiva, las migraciones por conflictos armados y los desplazamientos forzados.
También respondemos a la exclusión médica de grupos sociales vulnerables como habitantes de calle, personas que consumen drogas o viven con VIH. Incluimos en nuestras acciones a trabajadoras del sexo y a poblaciones LGBTIQ+.

En pocas palabras, en Honduras, hemos actuado en casi todos los tipos de emergencias que constituyen nuestra razón de ser como organización médico-humanitaria internacional que asiste a las poblaciones en las situaciones más precarias.
Testimonios que construyen memoria: lo que Honduras nos enseñó

Cada una de estas respuestas nos ha dejado lecciones claves para la consolidación de lo que es actualmente MSF.
Hoy, nuestra organización tiene más de 65 mil colaboradores trabajando en más de 600 proyectos en 75 países. Y esto no hubiera sido posible sin la existencia de experiencias tan enriquecedoras y extensas como la que ha tenido en Honduras.
¿Pero cómo resumir en pocas líneas una trayectoria de 50 años y reflejar las anécdotas, aprendizajes, éxitos y frustraciones? Tal vez la respuesta está en nuestra esencia: el testimonio como herramienta fundamental para contar el mundo y buscar su transformación.

Una ambulancia de MSF traslada a un paciente al Polideportivo de la UNAH. Honduras, 2021.
En este artículo se replican las voces de cinco personas que han sido parte de nuestra trayectoria en Honduras. Más allá de hacer un recuento exhaustivo de cada una de las acciones a lo largo de estos 50 años, los testimonios recopilados destacan aspectos clave que se han puesto a prueba en este tiempo.
Entre ellos se encuentran la neutralidad, la centralidad de las relaciones con las comunidades y la importancia de la incidencia pública para mejorar el acceso a la salud. También aparece el llamado a ser cada vez más innovadores en las respuestas humanitarias que brindamos.
Bernard, Édgard, Flor, Diana y Stavros forman parte de los cientos de profesionales, tanto internacionales como locales que han aportado su trabajo para salvar vidas y aliviar el sufrimiento de las personas afectadas.
Han enfrentado distintas crisis humanitarias en el último medio siglo desde sus propios roles y experiencias. A través de sus relatos, es posible entender cómo Honduras ha sido clave para forjar la identidad de MSF como la organización médico-humanitaria más grande del mundo.
Los comienzos de MSF en Honduras: la neutralidad se prueba en el terreno

Durante la década de 1980, los conflictos armados asolaban a América Central. Honduras se convirtió en el punto de llegada de personas refugiadas que huían de la guerra en El Salvador, Guatemala y Nicaragua.
Cientos de miles de personas confluyeron en campamentos humanitarios ubicados principalmente en los departamentos de Choluteca –al sur de Honduras- y en Gracias a Dios, zona misquita fronteriza con Nicaragua.
Para entonces, ya conocíamos de estas áreas desde 1974, tras la primera respuesta luego del huracán Fifí. Entonces, comenzamos el desplazamiento de nuestros equipos locales e internacionales.
Esta fue la primera misión de Bérnard Pécul en Honduras. El fue coordinador de las actividades médicas en el campamento de Mesa Grande, frontera con El Salvador.
“Éramos una organización pequeña que solo tenía doctores y enfermeras, no había logista y fue la primera vez que se contrató una administradora”, recuerda Pécoul. Sin embargo, para él, lo más retador en ese momento fue aplicar el principio de neutralidad que define nuestro trabajo.
“Era un contexto político muy complicado porque había tensiones entre los refugiados por sus diferentes ideologías, y entre ellos con los militares del país. Además, nosotros vivíamos dentro del campamento en las mismas condiciones que las personas a las que atendíamos. Muchas nos invitaban a tomar café a sus carpas. Eso sería impensable en la actualidad, pero en ese momento fue un gran reto mantener y explicar nuestro concepto de neutralidad para desarrollar nuestras actividades en ese lugar”.
Bérnard Pécul, coordinador de las actividades médicas en el campamento de Mesa Grande, frontera con El Salvador.
La salud comienza en la comunidad

La falta de asistencia sanitaria en Honduras durante a finales del siglo XX se evidenció crudamente en las personas que viven con VIH. En esa época el país no contaba con leyes apropiadas ni acceso a tratamientos oportunos.
En estos años, comenzamos a trabajar en Tegucigalpa, la capital hondureña. Trabajamos en la incidencia para la creación de marcos legales para la atención y en el acceso de medicamentos en los sistemas de salud públicos.
A finales de 1998, la organización se moviliza al municipio de Tela, en el norte del país, para trabajar con las comunidades garífunas. Aquí las actividades tenían dos componentes principales: atención médica que incluía provisión de antirretrovirales y prevención de la transmisión.
“El enfoque clínico era pionero para ese tipo de atenciones en el país, pero lo más importante del proyecto fue el énfasis en prevención. El nexo con la comunidad nos mostró que había otras organizaciones y grupos comunitarios que ya estaban trabajando en la prevención. Esa fue una gran lección porque nos demostró que no se trataba de prefabricar un proyecto, sino de construirlo con la gente y adaptarlo a sus necesidades reales”.
Flor Matute, médica de MSF durante los cuatro años que duró este proyecto.
Incidiendo por la salud sexual

En Honduras, la violencia sexual es una emergencia silenciosa. Cada año, miles de personas, principalmente mujeres y niñas, son víctimas de este delito.
A pesar de la gravedad de estas situaciones, el país no contaba con un protocolo de atención a víctimas y sobrevivientes de violencia y violencia sexual.
En 2011, comenzamos a brindar servicios integrales en un proyecto con un fuerte componente de incidencia para la creación y aprobación de este Protocolo Nacional.
“Para mí fue un cambio trascendental en mi vida profesional porque aprendí a tener una visión integral de la atención que requerían mis pacientes. No era solo la parte médica, sino también la salud mental y social. Ver a las personas como un todo. Y eso era también lo que se intentaba transmitir en el protocolo que se propuso a las autoridades de salud”
Diana Castillo, médica hondureña de MSF que hizo parte de este proyecto en sus comienzos.

Esta lucha de 13 años tuvo un gran avance a principios de 2023 cuando la Secretaría de Salud oficializó el Protocolo Nacional de atención integral a víctimas y sobrevivientes de violencia sexual y la liberación de la pastilla anticonceptiva de emergencia.
“Ese fue el resultado del esfuerzo incansable de MSF junto a otras organizaciones para que el Estado reconociera su obligación de brindar asistencia adecuada y digna a estas personas. Aunque todavía hay mucho por hacer, la aprobación de ese documento nos mostró la importancia de trabajar con las autoridades para mejorar la salud de las personas que atendemos”
Edgard Boquín, psicólogo de MSF.
La actualidad: un paso hacia la prevención

Desde comienzos del siglo XXI, también hemos respondido a las distintas emergencias por dengue que atraviesa el país.
Para junio de 2023, inauguramos en Tegucigalpa un proyecto pionero en la organización para enfrentar el dengue y otros virus transmitidos por mosquitos, de una forma innovadora y replicable.
“Luego de más de 20 años apoyando a las poblaciones durante distintos brotes y epidemias de dengue en el país, la organización notó la necesidad de superar los ineficientes métodos tradicionales de control de vectores”
Stavros Dimopoulos, logista de MSF.
Así nació el proyecto de prevención de arbovirus, que incluye el uso del método Wolbachia del World Mosquito Program.

Cada liberador llevaba 20 frascos con mosquitos portadores de Wolbachia. Se realizaron liberaciones diarias durante seis meses. En total, se liberaron más de 8 millones de mosquitos.
Este consiste en el uso de mosquitos Aedes aegypti con la bacteria Wolbachia, que reduce significativamente la propagación de los virus que causan el dengue, Zika y chikingunya.
Siete meses después de la liberación de más de ocho millones de mosquitos, las pruebas han mostrado que la Wolbachia está presente en ocho de cada 10 mosquitos en la zona del proyecto.
“Estos resultados muestran que es muy importante revisar y adaptar la prevención con nuevos enfoques y de la mano con la comunidad. Factores como el cambio climático aumentan la frecuencia de este tipo de enfermedades que afectan la salud de las personas en el país. Médicos Sin Fronteras debe estar a la vanguardia en la búsqueda de métodos sostenibles, innovadores y replicables para responder a estas realidades cada vez más desafiantes”
Stavros Dimopoulos, logista de MSF.