Escuchando a los niños VIH + en Zimbabue

Mankaza, de 15 años, intentó escabullirse discretamente sin ser vista por las otras chicas del internado al sur de Zimbabue. Pero antes de conseguir abandonar el vestíbulo sus compañeras de clase empezaron a burlarse de ella gritando: “¿Dónde vas Mankaza? ¡Mankaza va a recargarse, Makanza va a recargarse!” Recargar en Zimbabue hace referencia a los […]

Mankaza, de 15 años, intentó escabullirse discretamente sin ser vista por las otras chicas del internado al sur de Zimbabue. Pero antes de conseguir abandonar el vestíbulo sus compañeras de clase empezaron a burlarse de ella gritando: “¿Dónde vas Mankaza? ¡Mankaza va a recargarse, Makanza va a recargarse!” Recargar en Zimbabue hace referencia a los teléfonos móviles. Pero las niñas no hablaban de recargas de tarjeta para el móvil. Las niñas de la escuela de Mankaza saben que ella es VIH+ y que dos veces al día tiene que tomar los antiretrovirales (ARV).
“No quiero regresar, no quiero pasar ni un minuto más en la escuela”, dice Mankaza al asesor pediátrico de MSF Christopher Dube en el Centro de Asesoramiento de Tsholotsho, una ciudad rural al sudoeste de Zimbabue.

MSF ayuda a atender a más de 7.000 niños VIH positivos en Zimbabue. Más del 60% de éstos ya reciben tratamiento ARV. En Tsholotsho, donde MSF España desarrolla uno de sus proyectos, Christopher ofrece asesoramiento a 340 niños VIH positivos.

Lo peor, explica, es el estigma. “Les hacen el vacío. Les han puesto una etiqueta que llevarán consigo allí donde vayan”, explica Christopher, que trabaja de asesor para MSF desde hace cuatro años. “Tienen que librar su guerra, pero antes de luchar en esa guerra y ganarla tienen que entenderla ellos mismos.”

El estigma y la discriminación contra las personas VIH positivas en Zimbabue son omnipresentes. Christopher explica que muchos padres VIH positivos no desvelan a nadie su condición, ni siquiera a sus propios hijos. Y cuando ellos descubren que los niños también son VIH positivos intentan escondérselo. A veces, afirma Christopher, los niños descubren que son portadores del virus al oír por casualidad una conversación en susurros. Perciben que es algo de lo que avergonzarse. Casi ningún niño con VIH en Zimbabue desvela su condición a sus amigos en la escuela o a sus profesores ni tan siquiera a sus familiares, sólo un número muy pequeño de personas lo sabrán.

“Tienen que librar su guerra, pero antes de luchar en esa guerra y ganarla tienen que entenderla ellos mismos”

“Pensé que se reirían de mí”, manifiesta Tanatswa, de 15 años, al hablar de la razón por la que no se lo ha contado a ninguno de sus amigos ni a sus profesores. Milantre, de la misma edad, está de acuerdo y añade tímidamente: “La gente empezará a hablar de ti, a contar chismes y eso te hace sentir muy mal”.

En un país que padece el azote del VIH desde la década de los 80 y ahora se estima que pudiera tener 2 millones de personas VIH positivas, podría pensarse que no hay discriminación, especialmente contra aquellos que han contraído la infección de forma vertical como los niños. Pero a pesar de años de asesoramiento, a los niños todavía les cuesta hacer pública su condición. “Queremos que puedan decir: ‘ sí, tomo los comprimidos, ¿y qué?”, añade Christopher, el asesor de MSF, pero admite que todavía no se ha conseguido.

En el hospital de Mpilo en Bulawayo (la segunda ciudad más grande de Zimbabue), MSF trata y asesora al mayor número de niños VIH positivos de entre todos los programas de MSF en el mundo. En Mpilo hay 3.165 niños VIH positivos registrados y MSF ya ofrece ARVs a casi 2.000 de ellos. Los dos únicos asesores pediátricos en el hospital de Mpiulo pertenecen a MSF. “Resultó fácil al principio porque el número de niños era fácil de gestionar”, declara Mtandazo Ncube, que empezó a trabajar como asesor pediátrico de MSF en el hospital de Mpilo hace cinco años. “Entonces podíamos ofrecer un asesoramiento adecuado”. Pero desde entonces, el número de niños VIH positivos en el programa se ha disparado mientras que el de asesores se ha quedado igual. Los asesores de MSF hacen grupos de unos 20 niños, según el día que han iniciado el tratamiento ARV. Los asesores pueden llegar a ver a más de 140 niños en un solo día. A Mtandazo le preocupa la calidad del asesoramiento por falta de tiempo para sesiones individuales con los niños.
Cada vez hay más niños y cada semana unos 40 nuevos niños empiezan el tratamiento ARV en Bulawayo. El proyecto de MSF espera poder descentralizar muy pronto la atención a los niños VIH+ del hospital de Mpilo a pequeñas clínicas en torno a la ciudad. Esto descargaría al hospital central en lo que a medicación ARV mensual se refiere. MSF ya ha contratado a un asesor de VIH más y espera contratar más en el futuro.
“Existe un vacío en Zimbabue”, señala Mtandazo, “en lo que se refiere a responder a las necesidades psicosociales de los niños”. No existen grupos de apoyo psicosocial formados solamente por niños y casi ningún asesor especializado.

Los proyectos de Tsholotsho y Bulawayo quieren organizar un día dedicado a los niños VIH positivos una vez al mes . “Tenemos que juntarles”, explica Christopher, el asesor de MSF en Tsholotsho, “de esta forma lo entenderán y podrán pensar que hay muchos otros niños como ellos y que no están solos”. Christopher dice que lo peor es cuado “sufren en silencio”.

“Les gusto porque saben lo que siento. No quieren que esté triste porque me quieren mucho. No quieren hacerme llorar y por eso juegan conmigo”

Doris, de 9 años, sosteniendo en su mano un bolso en forma de perrito que su madre le envió desde Sudáfrica donde trabaja dice que algunos niños en el centro en el que vive saben que es VIH+. “Les gusto porque saben lo que siento. No quieren que esté triste porque me quieren mucho. No quieren hacerme llorar y por eso juegan conmigo”, explica, añadiendo tímidamente, “son buenos amigos y quiero que vivan aunque yo no esté viva”. Cuenta que cuando empezó a tomar ARVs y a recibir asesoramiento también empezó a entenderlo todo mejor: “Ya no tenía miedo porque el VIH es algo que cuando le ocurre a uno no puede hacer nada para que no vuelva a ocurrirle”.

En la mayoría de los casos pediátricos, conseguir que reciban tratamiento a tiempo significa que podrán llevar una vida sin enfermedad ni coinfecciones. Los niños se adhieren mucho mejor a los ARVs y tienen una mayor capacidad de recuperación que los adultos. Como sólo hace diez años que los niños empezaron a tomar ARV, nadie sabe todavía el tiempo que podrán sobrevivir con ellos. El mayor en Bulawayo ahora tiene 25 años.

A Nozipho, a quien al principio le costó mucho aceptar su enfermedad, añade: “A veces es duro, y a veces no”. Y después de un momento pensativa, mirando a sus otros compañeros VIH positivos que esperan su tratamiento, les dice: “Pienso que somos valientes. Podemos cambiar el mundo, juntos”.
Cómo los niños VIH+ ven el virus

Tanatswa, 15 años: Una araña blanca y negra con dos patas muy largas y cuatro pequeñas, tiene dos antenas y su piel es dura, como el hielo.

Nozipho, 15 años: Un bicho verde con cuernos. Es verde porque el verde es el color que abunda más en el mundo y es como el VIH porque “no elige, todo el mundo puede tenerlo.”

Doris, 9 años: Una cucaracha marrón que muerde y “está en todas partes y puede comerse a cualquier persona.” Tiene gérmenes pero puedes matarlos, “rociándolos con algo”.

Milantre, 15 años: Un perro azul y blanco, porque “el cielo es azul y las nubes son blancas”, a veces el perro tiene “la sonrisa de la enfermedad, a veces de la alegría.”

Fortunate, 15 años: Un insecto pequeño y verde con una cara pequeña que “sonríe porque piensa que es feliz.”

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