2020 ha marcado otro triste récord, el de personas desplazadas y refugiadas: hemos alcanzado la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Más de 82 millones de personas han tenido que escapar de sus hogares huyendo de la violencia y la guerra, según datos de Naciones Unidas. Algunos son desplazados internos dentro de su propio país, y otros han cruzado las fronteras para convertirse en refugiados.
Las poblaciones desplazadas están sometidas a constantes abusos y habitualmente tampoco tienen cubiertas sus necesidades más básicas, en especial de atención médica, cobijo, alimentación, agua y saneamiento.
En la actualidad existen además grandes movimientos de población motivados por las necesidades extremas y la miseria, a lo largo de rutas migratorias a menudo peligrosas y marcadas por la explotación y la violencia. Estamos comprometidos con estas poblaciones y priorizamos las intervenciones en flujos migratorios donde la combinación de tráfico de seres humanos y violencia provoque elevados niveles de vulnerabilidad y sufrimiento, y donde las víctimas de abusos no estén recibiendo suficiente atención.
¿Cómo intervenimos?
Las poblaciones víctimas del desplazamiento, debido a su extrema vulnerabilidad, son prioritarias para nosotros, y en particular en aquellas crisis donde las necesidades son más acuciantes y donde no hay otras organizaciones trabajando o no las suficientes. Nuestros equipos trabajan para reducir la mortalidad, la morbilidad y el sufrimiento humano que provoca el movimiento repentino de una población que huye con lo puesto: pueden ser personas heridas o agotadas por largos trayectos, enfermas o desnutridas.
Nuestra asistencia médica es integral, y pone especial énfasis en la atención a los niños y a las mujeres(por ejemplo con servicios de obstetricia de urgencia). Hemos desarrollado paquetes específicos para víctimas de la violencia sexual y también ofrecemos atención a la salud mental como componente esencial de nuestra asistencia a los desplazados. Esta atención se presta desde centros de salud, dispensarios, hospitales y, en caso de poblaciones dispersas, aisladas o escondidas, mediante clínicas móviles.
Además, es habitual que los desplazados o refugiados se asienten en emplazamientos improvisados donde sus necesidades más básicas no quedan cubiertas, lo que los hace enfermar o puede provocar brotes epidémicos: trabajamos para paliar las consecuencias de esas deficiencias sanitarias y del hacinamiento, por ejemplo haciéndonos cargo de la potabilización o distribución de agua, de la construcción de letrinas o del reparto de artículos de primera necesidad (kits de higiene personal, de cocina, de abrigo, de refugio, etc.). También son esenciales las campañas de vacunación contra las enfermedades que mayor riesgo presentan para estas poblaciones, como el sarampión, las diarreas o la neumonía.
MSF y las personas desplazadas
A lo largo de nuestra historia, hemos trabajado en numerosas crisis de desplazamiento. Nuestra primera intervención tuvo lugar en Vietnam en 1975, con los refugiados camboyanos que huían de la violencia de los jemeres rojos. En 1979, ya eran muchas las emergencias de este tipo a las que estábamos respondiendo: en la región de Ogadén (disputada por Etiopía y Somalia), en Tailandia (de nuevo con refugiados camboyanos) y en Sudán (con refugiados de Eritrea). En las últimas décadas, hemos asistido a los desplazados y refugiados de los principales conflictos armados.
En la actualidad, damos asistencia urgente a poblaciones desplazadas y refugiadas en Siria y sus países vecinos (Jordania, Turquía, Líbano, Irak), Sudán, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, República Centroafricana, Nigeria, Chad, Camerún, Etiopía, Kenia, Myanmar, Pakistán, Yemen, Colombia, o a lo largo de la ruta de los refugiados por el Mediterráneo y Europa.