Este de Ucrania: mujeres que quedan en zona de conflicto

Valentina, 75 años, en la clínica móvil de Mariupol. Allí, un doctor, dos enfermeras y un psicólogo reciben consultas y proporcionan tratamiento a personas afectadas por el conflicto en el este de Ucrania.Amnon Gutman/MSF

La mayoría de las pacientes de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el este de Ucrania son mujeres de más de 50 años, que sufren enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes y enfermedades cardiovasculares. En 2017, alrededor de las tres cuartas partes de los pacientes de MSF que accedían a atención primaria de salud eran mujeres.

La salud de las mujeres que se quedaron en la región del óblast de Donetsk, donde estalló el conflicto en 2014, se ve desproporcionadamente afectada después de cuatro años de conflicto y la desintegración del sistema de salud. En los últimos tres años, el 82% de las pacientes mujeres tenía más de 50 años padeciendo enfermedades crónicas. La mayoría son viudas cuyas familias están desplazadas en ambos lados de la línea del frente o que se han mudado para encontrar empleo y áreas más seguras para sus hijos. Según los datos de la OMS en 2015, la esperanza de vida para los hombres en Ucrania era de 66 años y 76 años para las mujeres.

Trauma psicológico

El conflicto en la región de Donbas del este de Ucrania comenzó en 2014 cuando los enfrentamientos entre fuerzas pro y antigubernamentales condujeron a la creación de dos repúblicas autoproclamadas.

MSF comenzó a brindar atención médica de emergencia en ambos lados del conflicto en 2014, hasta que se le negó a la organización el acceso a áreas no controladas por el gobierno ucraniano en septiembre y octubre de 2015. Las necesidades de salud siguen siendo grandes, con una gran falta de trabajadores de la salud en la región y la ruptura de la infraestructura, junto con una alta inflación. Los equipos de clínicas móviles de MSF, compuestos por médicos, enfermeras y psicólogos, se dirigen a 28 ubicaciones separadas en la región meridional del óblast de Donetsk, en áreas controladas por el gobierno; visitando pueblos de primera línea, desplazados internos en ciudades y apoyando instalaciones médicas existentes.

Después de años de vivir en una zona de conflicto, las necesidades de apoyo psicológico de la población local son altas, y los psicólogos de MSF presencian ansiedad y depresión agudas. Desde 2015, las mujeres representan el 81% de los pacientes que buscan apoyo de los psicólogos de MSF, que realizan sesiones individuales de asesoramiento, grupos de apoyo, capacitación para maestros y personal médico local y sesiones de concientización sobre salud mental. En 2017, esta cifra creció al 85%.

“El conflicto afectó a todos”

En Avdiivka, Larisa Ivanovna asistió a sesiones de apoyo psicológico con el psicólogo de MSF, Artem Tarasov, después de presenciar fuertes bombardeos cerca de su casa y apoyar a vecinos heridos. El grupo se lleva a cabo dentro de un jardín de infantes abandonado, donde los juguetes y los colchones de los niños se encuentran detrás de puertas cerradas con llave y los casilleros con nombres se quedan vacíos. Es aquí donde Artem realiza sus visitas dos veces a la semana, organiza sesiones grupales animando a los que quedan atrás a interactuar y compartir sus experiencias, y brinda consejería individual.

Larisa, quien vive con su gato y su perro, dejó Avdiivka después de que un misil aterrizara en el segundo piso de su bloque de departamentos y un hombre muriera en 2014. Pero con 62 años, al igual que muchos otros pacientes de MSF, decidió regresar al lugar al que siempre había llamado hogar. A pesar de la amabilidad de sus vecinos, que le proporcionaron alimentos, sus memorias horrorosas por los bombardeos permanecen. Su edificio fue golpeado cinco veces.

“Recuerdo que estaba saliendo de la casa del hombre que estaba cuidando y comenzó el bombardeo”, dijo Larisa.

“Estaba congelada y no sabía qué hacer, a donde ir. Tuve suerte de tener a mis vecinos conmigo, quienes me agarraron de las manos y corrimos juntos. Corrimos durante un tiempo y luego caímos al suelo. Cuando regresamos vimos un cráter en el lugar donde estuvimos parados. Muchas cosas pasaron. Vivo en un edificio de nueve plantas, en el centro. Fue alcanzado por los bombardeos cinco veces.”

“Cada vez, cuando hay un bombardeo, tomo mi maleta, que está siempre lista, y salgo a las escaleras donde la gente está reunida. No puedo estar sola en esos momentos. Es sencillo cuando hablas con alguien, te desconectas, te sientes mejor. El apoyo mental es importante para todos, ya que el conflicto nos afectó y traumatizó a todos”, dice ella. 

Larisa ha estado cuidando a un vecino que resultó herido durante los bombardeos, después de que un radiador estallara y le cayera agua hirviendo. Él recientemente falleció.

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