Testimonio de una refugiada en Sudán del Sur

En junio, Rahaba, de 30 años, estaba viviendo bajo una pequeña lona de plástico rota junto a su madre y sus dos hijos aún en el km18. Ellos, como miles de refugiados que huyen del conflicto en Sudán, llegaron al punto de tránsito conocido como Km18; pero deben ser realojados lo antes posible a otro […]

En junio, Rahaba, de 30 años, estaba viviendo bajo una pequeña lona de plástico rota junto a su madre y sus dos hijos aún en el km18. Ellos, como miles de refugiados que huyen del conflicto en Sudán, llegaron al punto de tránsito conocido como Km18; pero deben ser realojados lo antes posible a otro lugar en condiciones.

Las pertenencias de Rahab se reducen a dos bidones, unos cuantos botes y una taza…. y poco más. A continuación, su experiencia:

«Yo vengo de Jam, en la región sudanesa de Nilo Azul. Salimos de nuestro país a causa de la guerra. Vi como seis personas de una misma familia eran asesinadas… sólo dejaron a uno de los niños con vida. El padre, la madre y los otros niños fueron asesinados. Dejamos la mayor parte de nuestras pertenencias en casa, apenas tuvimos tiempo de llevarnos nada. Salimos de Jam en mayo y tardamos más de 20 días llegar a Sudán del Sur. Caminábamos desde que amanecía hasta las 11 de la noche. Vinimos con nuestros vecinos, mi madre, mi hija, uno de mis hijos y mi hermana, que se casó la semana pasada. Mi marido se quedó con otra esposa.

En el camino no había comida, así que comimos las cortezas, los frutos y las hojas de los árboles. También vendimos algunas de nuestras ropas para poder comprar sorgo con el que alimentar a los niños. Durante muchos días no comimos nada. Después de caminar durante varias jornadas llegamos a El Fuj (ciudad de la frontera entre Sudán y Sudán del Sur). Nos quedamos allí durante dos días, pues estábamos muy cansados y hambrientos. Allí nos dieron un poco de comida y después comenzamos a caminar de nuevo. Llegamos al Km43 (uno de los campos temporales en la carretera de El Fuj a Jamam, en el que había un punto de agua y donde muchos refugiados se detuvieron hasta que ese agua se agotó, momento en el cual salieron en masa hacia el Km18). Nos alojamos allí durante siete días y luego llovió, lo que provocó que los autobuses no pudieran trasladarnos hasta Km18, el nuevo refugio al que todo el mundo se estaba trasladando. Caminamos durante un día completo, sin detenernos y bajo un sol asfixiante. Estábamos muy débiles, pero teníamos que continuar.

En el Km18 hay agua potable y nos han dado un poco de comida, pero todavía no tenemos refugio y necesitamos más alimentos. Sólo tenemos una lona de plástico que compramos en Nilo Azul, pero es demasiado pequeña para toda nuestra familia y no tenemos nada para poner en el suelo. Si llueve, todo se moja y se llena de barro, pero no tenemos más remedio que dormir en el suelo.

Mientras caminábamos, mi madre se puso enferma por la falta de comida y de agua. Tenía diarrea y le dolía mucho la rodilla. Ahora se siente algo mejor y está descansando. Mucha gente está siendo trasladada a un nuevo campamento llamado Batil. Nosotros estamos esperando a que nuestro jefe encuentre un transporte, pues todavía estamos demasiado débiles para caminar y el nuevo campamento está muy lejos. Me gustaría poder volver a mi casa, pero sé que ahora mismo no es posible porque la guerra aún no ha terminado. Si algún día vuelve la paz a nuestro pueblo, estoy segura de que volveremos a Nilo Azul.»

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