Salvar vidas en el Mediterráneo: “Muchos esperaban que la situación mejorara, pero ahora la única opción es el mar”

Shafiqul, uno de nuestros mediadores culturales, nos cuenta historias de algunas personas que conoció. ©Andrew McConnell/Panos Pictures

Shafiqul, uno de nuestros mediadores culturales, nos cuenta historias de algunas personas que conoció en los rescates en el Mediterráneo.

Mientras que la situación en Libia se vuelve cada vez más inestable, miles de personas trabajando en el país han sido secuestradas, detenidas y sufrido abusos. Después, algunos suben a botes peligrosos para cruzar el mar Mediterráneo. Shafiqul, uno de nuestros mediadores culturales, habla en este texto sobre su trabajo en un barco de búsqueda y rescate de Médicos Sin Fronteras (MSF) y comparte las historias de algunas de las personas que ha conocido en el proceso. 
 
“Salí de Bangladesh en enero de 2006 para estudiar en Londres. Vine a Italia en 2013 e hice un voluntariado con una pequeña ONG que trabaja con migrantes. Fue la primera vez que supe sobre los refugiados que llegan a Italia cruzando el mar, conocí sus historias y las diversas razones por las que vienen a este lugar.
 
Comencé a interesarme cada vez más sobre lo que está sucediendo en el Mediterráneo, y apliqué para un trabajo como mediador cultural de MSF, para comunicarme con los bangladesíes que rescatamos. 
 
Antes de comenzar mi labor vi muchos videos en YouTube sobre el trabajo de MSF y sus actividades de búsqueda y rescate, pensé que sabía que esperar. Pero desde que llegué todos los días han sido diferentes y la situación es mucho peor de lo que podría haber imaginado. 
 
He escuchado historias terribles a bordo de este barco. Me aterra saber que estas historias son tan comunes que lo que me cuentan los bangladesíes que rescatamos ahora es algo normal para mí.  En nuestro último rescate había 181 bangladesíes y las historias sobre tortura que escuché me hicieron llorar.Un joven me dijo que había estado encerrado en cuarto oscuro durante 3 meses. Los guardias ponían agua hirviendo en su oído y a veces rociaban gas pimienta en sus ojos. Los demás detenidos y él eran golpeados con varas de metal. Vio cómo las personas terminaban con fracturas y huesos rotos, y en vez de atenderlos, los guardias golpeaban estas heridas. Los hombres y las mujeres fueron violados. Era verdaderamente un infierno. 
 

 ©Andrew McConnell/Panos Pictures
 
Sus captores grababan todos estos hechos con su teléfono. Estos videos eran la forma más efectiva de obtener dinero de las familias de los detenidos. 
 
Los hombres que escaparon y lograron llegar a los botes me dijeron que muchos de sus amigos murieron, y sentían que eran afortunados porque sobrevivieron. Al parecer, escribir tu nombre con sangre en la pared del centro de detención es algo común. Para quienes murieron estas pintas son la única prueba de que estuvieron allí. 
 
Algunas de estas personas fueron secuestradas cinco o seis veces, y sus familias simplemente se quedaron sin dinero para poder pagar los rescates. Tuvieron que vender sus hogares y todo lo que tenían en Bangladesh para poder asegurar la libertad de sus seres queridos. No había ninguna otra opción más que emprender el viaje a través del mar. 
 
Así que, ¿por qué vienen a Libia?
 
Para conseguir una vida mejor. En Bangladesh, los traficantes les dicen ‘no tienes que pagarme ahora, pero puedes ir a Libia y trabajar para pagarme’. Algunas veces les dan un contrato laboral, o una visa falsa. Les dicen que deben poco dinero, así que las personas se animan a realizar el viaje.
 
Normalmente hay personas pobres que vienen a Libia para trabajar y enviar dinero a su casa. Cuando conozco a personas que llegaron durante los últimos seis años, les pregunto: ‘hay una guerra, ¿por qué decidiste venir?’. Responden que los traficantes les dijeron que la guerra terminó y hay muchos trabajos de construcción, que no se preocupen. La mayoría ni siquiera tenía en mente ir a Europa cuando salieron de Bangladesh.  
 
El tiempo promedio que pasan en Libia antes de subir a un bote es de unos cinco años, y algunos pasan hasta 10 años allí. Si preguntara cómo era Libia cuando llegaron, la mayoría diría que estaba bien. La situación empeoró para ellos hace unos cuantos años. Una y otra vez, estas personas me han dicho que trabajaron durante meses sin recibir un salario antes de ser vendidos a alguien más. Ellos mismos se volvieron una mercancía, se convirtieron en esclavos. 
 
Muchos esperaban que la situación mejorara, así que decidieron esperar. Pero ahora no hay otra opción más que emprender el viaje a través del Mediterráneo. 
 
Los Bangladesíes estamos acostumbrados a los ríos, así que la mayoría de nosotros sabe nadar. Pero casi ninguno ha visto el mar. Cuando pregunté cómo se sintieron al ver el mar por primera vez, un joven me dijo: ‘sólo rezaba: ‘por favor, Dios, sólo dame una muerte rápida para no tener que sufrir mucho’.»

 

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