¿Qué supone el confinamiento para quienes ya estaban confinados?

Nablus, a 48 km al norte de Jerusalén, representó el mayor número de incidentes violentos entre israelíes y palestinos en 2018.Candida Lobes/MSF

Para los palestinos que viven en los Territorios Ocupados, las normas para evitar la propagación de la pandemia de COVID-19 son la regla y no la excepción desde hace tiempo. Sin embargo, ahora el efecto es doble: violencia ininterrumpida, sentimientos de opresión, humillación y enfado por la ocupación israelí se suman a los efectos del nuevo coronavirus.

Desde hace cinco semanas, en Cisjordania se ha establecido un confinamiento casi absoluto de la población. A principios de mayo los casos de COVID-19 confirmados en los Territorios Palestinos Ocupados superaban los 500, y la dureza de estas medidas de seguridad, que afectan a las vidas de las más de 3,2 millones de personas que viven en Cisjordania, están destinadas, como en muchos otros lugares, a evitar que el virus se propague aún más.

Sin embargo, mientras que para millones de personas en todo el mundo este tipo restricciones de movimiento es algo que están experimentando por primera vez en sus vidas, para los palestinos que viven en los Territorios Ocupados esa ha sido la regla y no la excepción desde hace tiempo. Unas restricciones que además se han visto acompañadas por años de violencia ininterrumpida y de fuertes tensiones políticas y sociales.

«Lo que para el resto del mundo es anormal, para los palestinos que viven aquí es lo normal. Todo esto que está pasando supone una giro de tuerca más a su ya de por sí difícil situación, pero no es nuevo para ellos», explica Tareq Zaid Alkilani, coordinador de nuestro proyecto de salud mental en Nablus.

Nablus es la gobernación que registró el mayor número de incidentes violentos entre palestinos y colonos israelíes en 2018, el último año del que tenemos registros. «Las restricciones en el movimiento ya son parte de la realidad cotidiana de los palestinos. Y los episodios de violencia en las comunidades que están alrededor de los asentamientos israelíes y de los puestos de control adyacentes también son parte de esta realidad”.

La propagación del coronavirus en Israel y en los Territorios Palestinos Ocupados no ha detenido la violencia en Cisjordania. A lo largo de todo el mes de marzo continuaron los enfrentamientos entre las fuerzas israelíes y los palestinos, al igual que las operaciones de arresto, demoliciones de casas y confiscaciones de propiedades palestinas por parte del ejército israelí.

Mientras las autoridades israelíes y palestinas centran sus esfuerzos en tomar medidas para impedir en la medida de lo posible los movimientos de población y en hacer cumplir el distanciamiento físico, solo en Cisjordania los ataques de los colonos israelíes contra los palestinos aumentaron en un 78% en las dos últimas semanas de marzo, según afirma la ONU.

«Los episodios de agresiones físicas y verbales, lanzamiento de piedras, daños a la propiedad palestina, actos de vandalismo contra automóviles, casas y propiedades agrícolas son muy frecuentes en esta área. Y a todo ello, hay que sumarle las operaciones rutinarias de mano dura que lleva a cabo el ejército israelí contra la población», añade Zaid Alkilani.

“El resultado es un patrón de violencia generalizada e implacable que está afectando la salud mental de miles de personas y al bienestar de comunidades enteras. Esto se suma a las causas más comunes de estrés y ansiedad, como problemas familiares o falta de seguridad financiera que los palestinos comparten con otras sociedades en todo el mundo. El coronavirus y el bloqueo, desde luego no ayudan tampoco a revertir la tendencia«.

Vista aérea de Nablus, 48 km al norte de Jerusalén.

Al igual que un virus, la violencia se ha extendido en Cisjordania durante décadas y, fruto de ello, las comunidades palestinas han sufrido ataques, abusos físicos y psicológicos y hostigamiento por parte de los militares una y otra vez. Bajo la ocupación israelí, los diferentes tipos de violencia se han introducido en la dinámica doméstica, creando dificultades dentro del hogar y en las relaciones intrafamiliares.

«Algunos de nuestros pacientes, en su mayoría aquellos que viven junto a los asentamientos israelíes, han experimentado situaciones angustiosas y profundamente estresantes«, explica Samieh Malhees, una de nuestras psicólogas que ha pasado los últimos cinco años de su vida brindando consultas psicológicas y servicios sociales gratuitos a la población de la gobernación de Nablus.

“Uno de mis pacientes, un niño de 7 años, ha tenido problemas para dormir y ataques de pánico desde que su pueblo fue atacado por colonos israelís. Vio cómo su barrio era atacado con piedras y cócteles Molotov, y cómo gente que conocía se enfrentaba a los colonos. Otros pacientes han sufrido la pérdida o detención violenta de un familiar, incursiones militares en medio de la noche y agresiones por parte de los colonos. Muchos de ellos acaban desarrollando algún tipo de ansiedad, ataques de pánico y trastornos de adaptación¹. Hasta los que no han experimentado directamente un hecho traumático se enfrentan a las consecuencias de toda esta violencia y de esta tensión”.

La angustia de la mayoría de las personas que buscan ayuda psicológica en nuestras clínicas proviene de lo que pasa en sus casas, ya sean problemas familiares o violencia doméstica en cualquiera de sus formas. En ocasiones, los dos focos de trastorno psicológico (el contexto violento y asuntos familiares comunes) se entrelazan y resulta muy complicado separarlos.

“Una de mis pacientes me contó que su marido les grita a ella y a sus hijos como le solían gritar a él algunos soldados israelíes” me cuenta Malees. “Otro paciente me explicó que su marido se volvió violento después de resultar gravemente herido durante los enfrentamientos. Y estos no son casos aislados. Puedo trazar un patrón donde los sentimientos de opresión, humillación y enfado por la ocupación interfieren con los vínculos familiares y la violencia se convierte en un círculo vicioso”.

El brote de COVID-19 y el confinamiento actual lo que sí están teniendo es un marcado efecto en la economía de muchas familias. Los continuos ataques contra los palestinos en Cisjordania se combinan con los efectos de la pandemia y empeoran la ya frágil situación de personas que ya antes sufrían muchos problemas de salud mental, de violencia doméstica y de abusos de todo tipo.

“La novedad de la epidemia del coronavirus nos enfrenta a todos con lo desconocido y trae consigo una sensación de impotencia y de pérdida de control”, describe Malhess. “Con el confinamiento, esos sentimientos pueden aumentar la ansiedad y pueden causar otros síntomas a personas con afecciones de salud mental preexistentes. Desde que el aislamiento social comenzó, no he podido ver a mis pacientes, por lo que intento hacer consultas por teléfono de forma regular. Esto es difícil para mí e intento mantener al margen a mi familia. También es muy complicado para aquellos pacientes que no tienen un espacio seguro en su casa donde puedan hablar conmigo, pero necesitamos mantenerlos en nuestro programa.

Es importante seguir proporcionando apoyo psicosocial a las personas que ya presentaban este tipo de afecciones antes de que pasara todo esto”.

[1] Los trastornos de adaptación son enfermedades relacionadas con el estrés producido por un hecho angustioso o inesperado causando problemas de comportamiento significativos. Debido a que las personas con estas afecciones tienen a menudo síntomas de depresión, como llanto, sentimiento de desesperanza y pérdida de interés en el trabajo o las actividades, el trastorno de adaptación a veces se le denomina “depresión situacional”.

Artículo originalmente publicado en El Mundo.

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