Un hogar destruido, un niño palestino perseguido

"Cuando estábamos en casa de mi tío, volaron nuestra casa. Cuando nos levantamos para comprobar qué había sucedido, vimos humo saliendo de la casa." Esta imagen forma parte del proyecto "Mentes Ocupadas".Moises Saman/Magnum Photos

Youssef es un niño de 13 años que vive en un campo de refugiados de Al-Arroub, en el sur de la ocupada Cisjordania. Desde la Guerra de los Seis Días en 1967, el campo ha estado bajo la ocupación israelí. Su hogar familiar en Hebrón fue demolido por las fuerzas israelíes. Desde entonces, ha tenido problemas en la escuela y para comunicarse. Poco a poco, con tratamiento, está mejorando.

La primera vez que vinieron, mi hermano y yo estábamos sentados dentro de casa. Mi madre nos dijo que nos vistiéramos y, cuando le preguntamos por qué, dijo que teníamos que ir a la casa de nuestro tío porque venían a destrozarlo todo. Cuando estábamos en casa de mi tío, volaron nuestra casa. La fuerza de la explosión nos hizo caer al suelo. Cuando nos levantamos para comprobar qué había sucedido, vimos humo saliendo de la casa. Tras un rato, dejó de haber explosiones.

Cuando regresamos a la casa de mi tío, tenía miedo. Fui a ver a mi madre y le pedí que me ocultara. Me cogía de su mano porque les tengo miedo. Soñé que el ejército venía y me disparaba. Estaba aterrado.

Víctimas de la violencia en Palestina

Me desperté y fui a ver a mi madre para contarle esta pesadilla. Me dijo que recitara el nombre de Alá y me volviera a dormir. También me dijo que pusiera el Corán cerca de mí y, cuando lo hice, desaparecieron las pesadillas. Comencé a tener sueños agradables sobre el cielo y estaba feliz. Me desperté a la mañana siguiente y le dije a mi madre que ya no tenía más malos sueños. A veces las pesadillas vuelven.

Ahora, cuando vemos el ejército, huimos. Después de que mi casa fuese destruida, me sentí ansioso y muy asustado. No era capaz de salir fuera. Mis notas en la escuela se vieron afectadas y tuve problemas para conversar con otras personas. Me enfadaba todo el rato y reñía con mis hermanos y hermanas.

Después de siete sesiones con el psicólogo de Médicos Sin Fronteras, las cosas han mejorado. Me siento mejor conmigo mismo y ahora puedo hablar sobre lo que sucedió, sobre mis sentimientos. He aprendido a volver a jugar en el exterior.

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