Sudán del Sur: “Tenemos muchos milagros en este lugar”

Esta pequeña llegó al hospital con bronquiolitis. Afortunadamente, logró recuperarse. ©Irena Novotna/MSF

Testimonio de Irena Novotna, médica que está trabajando en su primera misión con MSF, en el campo de refugiados de Yida, Sudán del Sur.

Nuestra compañera Irena Novotna trabaja como médica en el campo de refugiados de Yida, en Sudán del Sur, donde Médicos Sin Fronteras (MSF) brinda atención médica a 54,000 refugiados. En este texto ella habla sobre los desafíos y alegrías de sus días, en el campo donde la mayoría de sus pacientes son niños.

Me llamo Irena Novotna y estoy en mi primera misión con Médicos Sin Fronteras en Sudán del Sur. En comparación con mi trabajo en un hospital en Hradec Králové, República Checa, este es un gran desafío para mí.

Llegué a finales de junio y pasaré nueve meses aquí. El viaje fue toda una aventura. La fuerte temporada de lluvias está haciendo que sea muy difícil viajar a través de las carreteras locales y sin una grúa que pueda sacarte del lodo no llegarás a ningún lado. Recorrer 70 kilómetros puede llevar hasta ocho horas. Increíble, ¿verdad? Cuando llueve, la tierra seca de este lugar se convierte en un lago y el agua fluye por todos lados. Después suele haber dos días de lodo, un día seco y después llueve otra vez. Puedo soportar la lluvia y el lodo, pero traen consigo mosquitos y, por ende, también casos de malaria.

Estoy en el norte del país, en el campo de refugiados de Yida. En Sudán del Sur hay un conflicto civil en el que ha habido violencia extrema contra los civiles y los trabajadores e instalaciones humanitarias. En un país de casi 13 millones de habitantes, más de dos millones han sido obligados a huir a otros países como refugiados y otros dos millones han sido internamente desplazados. Hay muchos niños huérfanos y abandonados en este lugar.
 
A pesar de esto, en el norte del país la dinámica de los desplazamientos forzados es ligeramente diferente. Hay refugiados de Sudán (país vecino al norte) que se han establecido aquí tras huir de los enfrentamientos en su país. En el proyecto en el que trabajo proporcionamos atención médica a las personas que viven en un campo de refugiados de 54,000 habitantes. 
Brindamos servicios de hospitalización de emergencia, realizamos inmunizaciones, proporcionamos tratamiento para niños con desnutrición, diagnóstico y tratamiento para la malaria; y atendemos a pacientes con VIH y tuberculosis.
Mis amigos y familiares frecuentemente me preguntan por correo electrónico cómo es mi vida en este lugar y lo que hago. Hay muchas cosas sobre las que puedo escribir. Las experiencias y sentimientos con los que tengo que lidiar casi son más de lo que puedo soportar. Escribir me relaja, es una terapia mental para mí.
 
Mi casa en este lugar es muy modesta. Duermo en una tienda de campaña, tengo una cama, un mosquitero y otra cama en la que están la mayoría de mis pertenencias. Muchos de mis amigos en República Checa me han preguntado cómo puedo asearme en este lugar. Bueno, tenemos un ‘cubículo especial’ para duchas. Para que funcione debes tener un balde de 10 litros y llenarlo con agua tratada de nuestro pozo. Después, usando una taza, viertes el agua sobre tu cuerpo y sacas el jabón. Dependiendo de la hora en que te bañes puedes ver las copas de los árboles o las estrellas porque los cubículos en los que nos bañamos no tienen techo y nos permiten ver el cielo. Sólo tenemos agua fría, pero en este calor, ¿a quién le importa?
 
Irena con uno de sus pacientes. ©MSF

 
El tiempo pasa muy rápido en este lugar. Tengo poco tiempo libre y a veces me siento verdaderamente cansada. Tras un par de días aquí descubrí que algunas cosas son toda una pérdida de tiempo, así que dejé de hacerlas. Me refiero a cosas como maquillarme o cambiar mi ropa al ir a dormir, porque cuando tienes que despertar en la noche para responder a emergencias debes ser rápido y estar listo para trabajar.
 
El hospital que MSF gestiona en este lugar está muy bien equipado para los estándares locales. Pero cuando lo comparo con lo que tengo en donde vivo, no es nada parecido y en realidad es muy básico.
Cuando tienes que monitorear los signos vitales de tu paciente, por ejemplo, no puedes conectarlo a máquinas o monitores porque no los tenemos, así que debes sentarte junto a la persona y hacerlo sin ayuda de las máquinas.
Tenemos muchos pacientes y desafortunadamente la mayoría son niños. Hace poco admitimos a dos niños con desnutrición. Uno de ellos tenía malaria pero afortunadamente logramos tratar su enfermedad. Después de darle leche terapéutica le dimos Plumpy’Nut, una crema de cacahuate fortificada para niños. El bebé se veía muy feliz y estaba particularmente contento cuando le dijimos a su mamá que era una medicina sólo para él, no para su familia. ¡Sabía que no tendría que compartirla con nadie!
 
Hace unos días me desperté a las 11 de la noche, poco después de haberme ido a dormir. ¡Había una emergencia! Estaba dormida, totalmente vestida como lo hago cuando tengo turnos nocturnos en la sala de cuidados intensivos. Al despertar logré no enredarme en el mosquitero y salí rápidamente. Nos llevaron a una niña con convulsiones que sólo respondía ante el dolor, tenía pulso y respiraba. Era obvio que tenía malaria. A juzgar por su apariencia, también parecía tener meningitis. No podía confirmarlo mediante una punción lumbar porque no tenemos el equipo necesario para hacerla ni a una persona que pueda leer los resultados. No podíamos hacer nada para diagnosticarla, así que la comenzamos a tratarla por ambas enfermedades. Le di medicamentos y sólo esperaba que comenzara a mejorar, pero después vomitó. La recostamos sobre su costado y afortunadamente no inhaló nada hacia sus pulmones. Me gustaría mucho tener un ventilador, aunque sea uno pequeño…
 
A veces simplemente tengo que atender a mis pacientes con el equipo disponible. Tenemos muchos casos diversos y nunca sabes qué entrará por la puerta. 
 
Mi primer día libre llegó después de seis semanas de trabajo duro. Realmente debes encontrar formas de mantenerte fresco y de conseguir energía a través de pequeños placeres. En especial me alegran las historias de mis pacientes que tienen buenas recuperaciones.
Cuando los niños se curan y sólo deben estar un par de días extra en el hospital, les doy un globo hecho con un guante quirúrgico para entretenerlos. A veces los destruyen y temen no recibir uno nuevo. Así que hago pequeñas notas pidiendo no olvidar hacer nuevos globos. Es muy bello tener este tipo de preocupaciones. 
Esta pequeña llegó al hospital con bronquiolitis. Afortunadamente, logró recuperarse. ©Irena Novotna / MSF

 
Hay historias que me hacen muy feliz, y la siguiente es una de ellas: una vez tuvimos que atender a un niño con meningitis. Después de verlo, verdaderamente pensé que no lograría sobrevivir. Al día siguiente fui a verlo y no podía creer lo que veía, ¡estaba sentado en una cama y quería desayunar!
 
¡En otra ocasión incluso recibí un regalo de cumpleaños! Una niña que admitimos a las 11 de la noche, una que sufría malaria y meningitis, ¡logró despertar! Cuando fui a examinarla no estaba en su cama y temí lo peor. Pero no, no había muerto. Las enfermeras sólo la habían llevado a tomar una ducha. Y lo mejor fue que caminó ella sola, las enfermeras sólo la ayudaron un poco. Este tipo de éxitos hacen que todo valga la pena.
 
De alguna forma, mi nuevo lugar de trabajo es igual al que tenía en República Checa. No es fácil para mí aceptar la muerte de los niños. Sé que es de esperarse, porque vemos a muchos niños y están muy débiles. El dolor de las familias no es menor que el de las familias en mi país, pero nos enfrentamos a este dolor con más frecuencia.
A pesar de ello, en este lugar tenemos muchos milagros que hacen que nuestro trabajo valga la pena y hacemos nuestro mejor esfuerzo con los medios que tenemos. 
En mi trabajo frecuentemente pienso en la gente que dona a MSF. Estoy agradecida porque me permiten estar aquí. Todos nuestros pacientes y sus familias están agradecidos por la atención que los donantes nos permiten brindarles.
 
Si donas a Médicos Sin Fronteras quiero que sepas que después de que hiciste lo mejor que pudiste haber hecho, es nuestro turno. Usamos todos los recursos disponibles para salvar la mayor cantidad de vidas posibles y aliviar cuanto sufrimiento podamos. Los donantes son una parte vital de lo que hacemos y les agradezco sinceramente por sus contribuciones. ¡Realmente marcan la diferencia!”.

 

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