«Algunas personas están tan afectadas por el miedo que son incapaces de hablar o caminar»: la situación de las personas solicitantes de asilo en la isla griega de Samos

Personas migrantes recién arribadas a Samos, Grecia, atraviesan un camino rocoso en la isla.MSF/Alice Gotheron.

Nuestros equipos prestan ayuda médica de urgencia y apoyo a más de 570 personas. Muchas denuncian devoluciones por la fuerza y haber sido víctimas o testigos de violencia física o de tratos degradantes.

Más de 570 personas, entre ellas 24 mujeres embarazadas, han recibido asistencia médica y psicológica de urgencia en 42 ocasiones en lo que llevamos de año por parte de nuestra organización, tras llegar en pequeñas embarcaciones a la isla griega de Samos. Todas habían viajado desde la costa de Turquía, a pocos kilómetros de distancia de la isla griega, y muchas han sufrido múltiples formas de violencia en su ruta hacia la búsqueda de asilo y de una vida mejor en Europa.

Las pequeñas embarcaciones neumáticas a las que suben suelen desembarcar en la remota y montañosa costa de Samos. Aterrorizadas por la posibilidad de ser apresadas por las autoridades y devueltos a la fuerza, la mayoría huye y se esconde en cuanto llega a tierra.

«Algunas personas están tan afectadas por el miedo que son incapaces de hablar o caminar», afirma Nicholas Papachrysostomou, nuestro coordinador general en Grecia.

El miedo a ser encontradas por las autoridades ha llevado a algunas personas a permanecer escondidas entre la vegetación durante varios días sin comida ni agua.

Equipo de MSF brindando primeros auxilios en Samos, Grecia

«Ahora, en verano, vemos a muchos pacientes que padecen agotamiento a causa del calor y la deshidratación«, explica Papachrysostomou. «En invierno, tuvimos que tratar a tres personas por congelación, ya que estuvieron expuestas varios días a temperaturas bajo cero a la intemperie. También tratamos con frecuencia lesiones por accidentes ocurridos al escalar acantilados escarpados en la isla, como heridas en las piernas, posibles fracturas y dislocaciones de hombros. En abril de 2022, atendimos a todo un grupo que se cayó por un acantilado mientras huía de las autoridades fronterizas. Hasta la fecha, hemos tenido que derivar en ambulancia a 37 personas al hospital«.

Muchos de los recién llegados son mujeres y niños. Una mujer embarazada dio a luz sin asistencia médica, tras pasar, al parecer, más de dos días escondida en Samos. Otra mujer embarazada estaba de parto cuando nuestro equipo médico llegó al lugar.

La mayoría de las personas que llegan a Samos describen haber sido interceptadas por las autoridades de seguridad y fronterizas en el transcurso de viajes anteriores, tanto en tierra como en el mar, e incluso haber sido devueltas por la fuerza a aguas turcas. Una de las personas asistidas por nuestra organización manifestó que había sido devuelta hasta nueve veces. En múltiples ocasiones, las personas que asistimos han relatado a los equipos que llegaron con otras personas que posteriormente nunca fueron encontradas.

Las personas que atendimos denuncian haber sido víctimas o testigos de violencia física o de tratos inhumanos y degradantes, como palizas, cacheos, exámenes genitales forzados, robos de pertenencias y abandono a la deriva en botes sin motor en el mar.

Loretta [nombre ficticio], antigua paciente de nuestra organización, describe cómo fue interceptada por las autoridades fronterizas en la isla griega de Lesbos y devuelta dos veces antes de conseguir llegar a Samos:

«Cuando llegas a las montañas y te hacen volver, te sientes morir», cuenta. «Nos llevaron a un gran puerto. Había muchos, muchos policías. Tuvimos que entrar en un edificio.  Empezaron a abofetearme, a los hombres, a la señora que estaba embarazada, a todos. No les importaba. Nos golpearon con un palo y con los pies. Desde entonces, tengo problemas en la pierna y también en la espalda… Luego nos subieron a un gran barco. Pusieron en marcha el barco, y salió, salió, salió…».

Aunque nuestros equipos no han sido testigos directos de interceptaciones violentas ni devoluciones forzadas en el curso de su trabajo, los relatos de nuestros pacientes sugieren que estas prácticas son cada vez más frecuentes y más violentas.

«Las intercepciones violentas y los retornos forzosos no solo son ilegales, sino que también ponen en peligro el derecho de las personas a solicitar asilo», alerta nuestra coordinadora de proyecto, Sonia Balleron. «Estas prácticas también exponen a las personas a nuevos traumas y al riesgo de sufrir problemas de salud física y mental prolongados. Es responsabilidad de las autoridades griegas y europeas garantizar el respeto de la ley y la aplicación efectiva de los procedimientos de acogida, identificación y protección internacional».

Nuestros equipos prestan primeros auxilios médicos de urgencia en la isla griega de Samos. Antes de acudir a un lugar para asistir a personas en peligro, lo notificamos a todas las autoridades competentes y, una vez en el lugar, coordinamos con las autoridades médicas y de seguridad la derivación al hospital en ambulancia.

Tras recibir una alerta de emergencia solicitando ayuda médica urgente, nuestro equipo llega hasta la gente portando botiquines de primeros auxilios, ropa seca, suministros de agua potable y raciones de comida de emergencia. Siempre llevan chalecos blancos claramente identificados con el logo de la organización durante las intervenciones humanitarias.

Una vez que hemos prestado primeros auxilios médicos y psicológicos de urgencia, las autoridades de seguridad llevan a los recién llegados al Centro de Acceso Controlado Cerrado (CCAC), un centro de recepción de alta seguridad situado a una hora de camino de Vathy, la principal ciudad de la isla. Tras cinco días de cuarentena, estamos autorizados a visitar a los pacientes para comprobar su estado de salud y asegurarnos de que reciben atención médica a tiempo.

Acudir al centro de recepción es la única manera de que los recién llegados se registren. Las personas tienen que esperar en el centro de recepción mientras soportan largos y complejos procedimientos legales para completar sus solicitudes de asilo.

Megáfono de MSF en Samos, Grecia

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