Rechazados y traumatizados: la situación de los menores no acompañados que llegan a Francia

Jóvenes esperando su turno en un centro dirigido por Médicos Sin Fronteras para migrantes menores sin familia, en Pantin, a las afueras de París, el 3 de julio de 2018.
CHRISTOPHE ARCHAMBAULT/AFP

El rechazo institucional que enfrentan los menores no acompañados que llegan a Francia parece estar configurado para disuadirlos de reclamar la asistencia a la que tienen derecho. Sus vidas son inestables y la angustia se extiende debido a las extensas y burocráticas políticas que deben atravesar para ser reconocidos.

Los menores que llegan a Francia han soportado viajes llenos de una violencia extrema, que cada vez son más peligrosos debido a las políticas creadas para disuadir a las personas de emigrar a cualquier costo. La angustia de los jóvenes que logran sobrevivir y llegar a Francia se ve exacerbada por los abusos y por el rechazo institucional organizado que enfrentan a su llegada al país.

Detrás de la designación administrativa, los menores no acompañados son menores de 18 años de países extranjeros que viajan a Francia sin sus familias. Algunos abandonan sus países de origen voluntariamente, pero la mayoría no tiene otra opción. Aunque las leyes y convenios internacionales exigen que Francia garantice su protección, en realidad se hace muy poco para proporcionar a los menores no acompañados refugio y una atención adecuada. Peor aún, la administración francesa impone procedimientos administrativos deliberadamente complejos y calculados para rechazarlos sobre la base de un análisis de sus casos, un sistema que lleva a los jóvenes a una existencia desarraigada y precaria, a la vez que exonera a las autoridades de toda responsabilidad.

De los 40.000 jóvenes que llegaron a Francia en 2018, sólo 17.000 fueron reconocidos oficialmente como menores no acompañados por los departamentos del país, y colocados bajo el cuidado de los Servicios de Protección de Menores.

Fuente: Ministerio de Justicia de Francia – Departamento de menores sin acompañante

Un traumatizante viaje al exilio

Los menores no acompañados que llegan a Francia han sufrido largos, arduos y a menudo traumáticos viajes, durante los cuales la violencia es común. Además de la brutalidad que los obligó a dejar todo atrás en sus países de origen, han tenido que lidiar con la violencia, a veces extrema, que se encuentra en sus caminos hacia el exilio, especialmente cuando atraviesan Libia (donde se enfrentan al cautiverio, violencia sexual, abuso físico, etcétera).

87% de los jóvenes asistidos por MSF en su centro en Pantin durante 2018, relataron durante sus examinaciones médicas que habían sufrido violencia, torturas o abusos durante sus viajes.

Y tienen poco respiro cuando llegan a Francia. Dejados a su suerte en un territorio desconocido y sin dinero, son particularmente vulnerables. Si no quieren dormir a la intemperie, tienen que familiarizarse rápidamente con las complejidades de los procedimientos administrativos de Francia para poder negociar su camino a través del sistema.

Un sistema complejo

Desde la perspectiva administrativa, la burocracia involucrada en la obtención de asistencia para menores no acompañados es un verdadero dolor de cabeza. El primer paso implica una evaluación, por parte de la administración, de su condición como menor no acompañado. Las evaluaciones consisten en una entrevista, que a veces dura unos minutos, al final de la cual se decide si el joven no solo es menor de edad, sino que no está acompañado y, como tal, tiene derecho a la atención de los Servicios de Protección Infantil.

En Francia, los Servicios de Protección Infantil deben -independientemente de la ciudadanía- brindarse a todos los jóvenes menores de 18 años que no cuenten con la protección de un padre o tutor legal, un alojamiento y acceso a la salud y educación

Durmiendo a la intemperie

Proporcionar alojamiento inmediato, apropiado e incondicional durante un mínimo de cinco días es una obligación legal para cualquier menor que inicie el proceso de evaluación en un departamento francés. Sin embargo, cientos de adolescentes migrantes dicen que no se les ofrece alojamiento temporal durante el proceso, y que duermen a la intemperie en las calles de Francia mientras esperan que las autoridades los reconozcan como menores.

Los jóvenes que los equipos de Médicos Sin Fronteras ayudan en su centro en Pantin son aquellos que han sido considerados como insuficientemente convincentes durante sus entrevistas de evaluación sobre la minoría de edad. El veredicto pronunciado, a pesar de sus peticiones, es que la administración no los reconoce como menores. Esto quiere decir que no reciben asistencia con su alojamiento, comida, atención médica o educación, medios que les permitirían sobrevivir y facilitarían su integración en la sociedad. En 2018, más de la mitad dormía a la intemperie al momento de su primera visita al centro.

“Esperaba dormir en la estación de tren de Gare du Nord, pero muchas personas beben alcohol y se drogan allí. Me da mucho miedo, así que duermo cerca del canal en République.”

Su único recurso es presentar una apelación ante los tribunales para tratar de obtener protección, otro proceso lento y engorroso. Muchos menores dependen de asociaciones y organizaciones de apoyo pertenecientes a la sociedad civil para su sobrevivencia, pues las autoridades eluden su obligación de garantizar la protección de los menores, a pesar de que la ley estipula que todos los jóvenes deben ser considerados menores hasta que se agoten todos los recursos legales.

Sin embargo, después de impugnar la decisión inicial en el tribunal, muchos jóvenes logran ser reconocidos como menores, un reflejo lamentable de las deficiencias de las evaluaciones, a menudo arbitrarias y superficiales, realizadas por los distintos departamentos del país.

De los 431 menores acompañados asistidos en el centro en Pantin durante 2018 que tuvieron éxito al presenter una apelación ante la corte para revisar sus aplicaciones para recibir protección, el 57,5% de ellos fueron reconocidos como menores y puestos bajo la protección de los Servicios de Protección Infantil.

Una lucha para asegurar el acceso a la atención médica

Para los jóvenes extranjeros no acompañados, asegurar el acceso a la atención médica es una lucha cuesta arriba. Al no ser ni menores ni adultos, la atención que reciben a menudo es inadecuada y esporádica. Los procedimientos administrativos que podrían permitirles beneficiarse de la protección social son onerosos, a pesar de que Francia debe garantizar el acceso a la atención médica y la protección de todos los menores que residen en su territorio. Pero el Estado no tiene en cuenta la situación especial de estos jóvenes. Dadas las terribles condiciones y posiblemente la tortura que experimentan durante sus viajes y a que viven en la calle, no solo necesitan atención médica sino también apoyo psicológico.

El 34% de los jóvenes atendidos por los psicólogos en el centro de Médicos Sin Fronteras en Pantin padecen trastornos de estrés psicotraumáticos que necesitan tratamiento inmediato para evitar que se vuelvan irreversibles. El tratamiento de pacientes jóvenes no acompañados extranjeros es un desafío, ya que requiere tener en cuenta la extrema inestabilidad de sus vidas cuando no están bajo el cuidado de los Servicios de Protección Infantil.

La realidad es que la atención disponible para los menores no acompañados no les permite escapar de la inseguridad de sus condiciones de vida, y mucho menos les proporciona acceso a la atención médica. Peor aún, parece estar configurado de tal manera que les disuade de reclamar la asistencia a la que tienen derecho.

Jóvenes pasando el tiempo en un centro dirigido por Médicos Sin Fronteras para migrantes menores sin familia, en Pantin, en las afueras de París, el 3 de julio de 2018.

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