Crisis de Tigray: «Vieron entrar a soldados y civiles, heridos o muertos. Hubo que tomar decisiones muy difíciles”

La vida cotidiana en la región de Amhara, Etiopía. Médicos Sin Fronteras trabaja en la región desde 1997.Susanne Doettling/MSF

Brindamos apoyo psicológico para nuestros compañeros en la frontera con Tigray, en Etiopía. Tratamos en una sola semana a más de 250 víctimas de los combates, muchas de ellas con heridas graves. La tristeza y desesperación son palpables en nuestro equipo.

“Escuchamos disparos y artillería pesada, y se prolongaron toda la mañana”, recuerda Sara*, antigua técnica de laboratorio de MSF en Midre Genet, en la región de Amhara, en Etiopía, junto a Tigray. “El mismo día recibimos a los primeros heridos. Siguieron llegando en oleadas. Los primeros dos días recibimos a soldados, todos ellos muy jóvenes. Luego llegaron los primeros civiles en camiones, apiñados en la parte trasera de los vehículos».

Al comienzo de la escalada militar en Tigray, a principios de noviembre, contábamos con proyectos en Amhara y en otras partes de Etiopía. La región de Amhara no está lejos de Humera, una ciudad estratégica en la parte occidental de Tigray que se vio muy afectada por los combates.

El 5 de noviembre, nuestro equipo comenzó a brindar apoyo al centro de salud administrado por el Ministerio de Salud en Midre Genet, una ciudad remota que estaba recibiendo una afluencia de heridos en los enfrentamientos desde las zonas fronterizas.

En solo unas horas, nuestro equipo tuvo que pasar de las actividades diarias del proyecto médico a la asistencia médica de emergencia para los heridos. En solo una semana, MSF y el personal del Ministerio de Salud tratamos a 265 víctimas, muchas de ellas con heridas graves.

Vehículo de Médicos Sin Fronteras en la región de Amhara, Etiopía.

Los combates se trasladaron a otras partes de la región de Tigray, y nuestro equipo se centró en apoyar a los desplazados internos en la región. Sara abandonó Midre Genet poco después de los días más agudos, cuando bajó la afluencia de heridos.

“Cuando dejé el proyecto, todavía había una sensación de tristeza y desesperación en nuestro equipo”, dice.

Lo que vivió el equipo durante estos primeros días de enfrentamientos tuvo un gran impacto psicológico en su salud mental.

“Vieron entrar soldados y civiles, heridos o muertos”, dice Kaz de Jong, nuestro coordinador de salud. “Tuvieron que hacer un triaje y tomar decisiones muy difíciles. También fue difícil para el personal de enfermería, que tuvo que cuidar a las personas que tenían más posibilidades de sobrevivir y dejar a los demás. Eso es tan contradictorio para su profesión. Y ver a menudo sangre, sufrimiento y heridas puede dejar imágenes estresantes».

La situación es particularmente difícil para nuestros colegas etíopes, que tienen muchas otras preocupaciones. Los combates en curso hacen que se preocupen por su propio futuro y el de su país. Algunos tienen familiares y seres queridos que permanecieron en Tigray y no han tenido noticias de ellos durante semanas debido al apagón total de comunicación. Muchos tampoco han tenido noticias de algunos de sus compañeros.

“Algunos de ellos fueron compañeros durante años, y de un día para otro, simplemente desaparecieron, huyeron a otras ciudades o países vecinos sin previo aviso”, dice Kaz. “Todos los días, nuestros colegas etíopes ven a todas estas personas que han sido desplazadas a causa de los enfrentamientos y que ahora viven en pequeños asentamientos a su alrededor, apiñadas en muy malas condiciones. Y, por supuesto, antes de que comenzaran los enfrentamientos, el COVID-19 ya les había complicado la vida, impidiendo que la mayoría de los niños asistieran a la escuela y aumentando el número de desempleados que ellos y sus familias tienen que mantener económicamente”.

Las vastas tierras agrícolas del norte de Amhara, Etiopía.

«No puedo ser feliz, pero puedo ser un poco más feliz»

Brindamos apoyo psicosocial a todos los trabajadores de la salud para ayudarlos a enfrentar su situación traumática. Este apoyo abarca desde llamadas telefónicas hasta actividades físicas y psicológicas en el campo. En Etiopía, como en cualquier contexto de luchas y violencia, nuestros equipos se han beneficiado de sesiones grupales e individuales para ayudarlos a gestionar mejor su estrés diario.

Los talleres grupales sobre gestión del estrés generalmente se llevan a cabo en cinco pasos. Primero, se les pide a los participantes que hagan un listado de todas las cosas que les causan estrés. Pueden ser cosas pequeñas, como problemas familiares, o más grandes, como los combates. Luego, el grupo elige la causa de estrés más importante que quieren discutir. Puede ser abrumador pensar en varios problemas al mismo tiempo, por lo que les pedimos que se concentren en una para explorar en detalle, de modo que puedan tener la estructura necesaria para buscar mejoras. El tercer paso es pensar en lo que aún funciona bien.

“Nuestra intención no es dejar de lado los problemas, sino contar la historia completa”, dice Kaz. “Por supuesto, esto no deshace todos los incidentes dramáticos, pero mirar la historia completa, incluidas todas las cosas que aún funcionan bien, les hace estar más predispuestos a mirar sus problemas con un mayor enfoque a encontrar la solución. Se necesita tiempo, esfuerzo y coraje, pero las personas logran cambiar; no quieren quedarse atrapadas en la infelicidad. Al final del día, terminan pensando ‘No puedo ser feliz, pero puedo ser un poco más feliz”.

Los dos últimos pasos implican pensar en cómo mejorar la situación y elaborar un plan de acción para sí mismos. Estos pasos son esenciales para disminuir el impacto del problema principal, que, en este caso, son los combates. Llegar a amigos y colegas, no solo para hablar sobre los problemas, sino también para compartir cosas muy simples en su vida diaria, reduce en gran medida su estrés.

En la región de Amhara, nuestro equipo está formado por etíopes de diferentes orígenes. Nunca mencionaron esto durante las sesiones. En cambio, se centraron en el hecho de que habían salvado vidas juntos, como equipo. Los guardias que ayudaron con el tránsito, los médicos que trataron las heridas, las enfermeras que brindaron los primeros auxilios, los técnicos de laboratorio que realizaron los análisis de sangre.

Todos tenían su papel y trabajaban juntos como una máquina engrasada”, dice Kaz. “Debo decir que he estado en muchas situaciones, y la forma en que el equipo pasó rápida y eficientemente de sus actividades anteriores (kala azar, tratamiento de la tuberculosis, mordeduras de serpientes y ensayos clínicos) a la emergencia fue notable. Cuidar y tratar a un gran número de personas no habría sido posible si no se hubieran adaptado. El personal está orgulloso de este logro«.

*El nombre de nuestra compañera se ha cambiado, ya que pidió permanecer en el anonimato.

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