“La crisis humanitaria en Somalia no se debe solamente a la sequía”

Desde hace 20 años, Somalia es un país en estado de guerra. Hoy, las fuerzas del Gobierno Federal de Transición apoyadas por la Misión de la Unión Africana para Somalia (AMISOM) están luchando contra el grupo armado Al-Shabaab en Mogadiscio y otras partes del país. El acceso para las ONG internacionales sigue siendo difícil e […]

Desde hace 20 años, Somalia es un país en estado de guerra. Hoy, las fuerzas del Gobierno Federal de Transición apoyadas por la Misión de la Unión Africana para Somalia (AMISOM) están luchando contra el grupo armado Al-Shabaab en Mogadiscio y otras partes del país. El acceso para las ONG internacionales sigue siendo difícil e inseguro. Duncan McLean, responsable de proyectos en Somalia, nos amplía esta información.

¿Qué sabemos hoy sobre la situación en Somalia?

Los servicios gubernamentales no funcionan, y los datos que tenemos están demasiado fragmentados para permitirnos hacer un diagnóstico preciso sobre la situación de la población. Los problemas de seguridad y la falta de acceso a muchos lugares no permiten recoger datos. Aunque no hay duda de que la situación es crítica, todavía tenemos una visión muy parcial y limitada a las zonas donde llevamos a cabo nuestras actividades. En Somalia, como en otras zonas de conflicto, no basta con las buenas intenciones: son muchos los obstáculos a la asistencia. Una ONG como MSF no podrá actuar sin negociar con todos los actores locales. La capacidad de acceder y prestar asistencia a las poblaciones depende de ellos. Pero los intereses de la gente son sólo un criterio entre muchos y no siempre prioritarios para las partes en conflicto. Si lo fueran, los somalíes no abandonarían su país en masa. En Etiopía, por ejemplo, en una región como Oromia, afectada también por la sequía, la gente no llega a cruzar las fronteras de su país. Por tanto, la crisis humanitaria en Somalia no se debe solamente a la sequía.

Y sin embargo, todo el mundo habla de la hambruna asociándola a la sequía…

Además de la voz de alarma que varias organizaciones hicieron sonar el año pasado, no es fácil tener pruebas concretas de lo que se denomina hambruna. A finales del año pasado, la sequía había afectado el acceso al agua y a los pozos. Observamos un aumento del número de personas que llegaban a algunos de nuestros proyectos en busca de ayuda. En los dos proyectos que tuvimos que suspender en junio en Somalia por problemas de seguridad, Daynile y Jamame [el primero ya reabierto para responder a la emergencia], los indicadores paradójicamente eran menos sugerentes. No hablaban de la muerte de ganado, por ejemplo. Los signos de crisis se detectaron por primera vez en las fronteras con Etiopía y con Kenia, donde miles de somalíes empezaron a marcharse del sur del país en junio de este año.

¿Por qué se suspendieron las actividades justo antes de esta crisis?

Nuestras actividades de cirugía se asociaban a heridos de guerra, a actividades asociadas a la guerra y controladas por quienes la libran. La suspensión tenía por objetivo aclarar estas cuestiones con nuestros contactos locales antes de que las cosas empeoraran y preservar en la medida de lo posible un espacio neutral e independiente para prestar asistencia. Sólo lo conseguimos en parte: el personal internacional todavía no puede acceder a nuestros proyectos. Decidimos reanudar nuestras actividades de todas formas a finales de julio, ante el grave deterioro de la situación en el país.

¿Cómo están las cosas ahora?

Hemos vuelto a abrir el proyecto en el hospital de Daynile, que ahora incluye un centro nutricional, y esperamos poder reiniciar muy pronto nuestras actividades en Jamame, en el sur. También estamos negociando iniciar nuevas actividades en la zona entorno a Mogadiscio para asistir a los desplazados recién llegados. En los campos que nuestros equipos han podido visitar se han encontrado personas muy débiles, casos de desnutrición y sobre todo un gran número de muertes por diarrea acuosa aguda. Estamos pensando en abrir centros con capacidad de hospitalización de pacientes, iniciar actividades nutricionales (que podrían incluir distribución general de alimentos), vacunaciones de sarampión, etc. Nuestra principal preocupación sigue siendo mejorar el acceso al agua potable, puesto que la falta de agua limpia y de servicios de saneamiento adecuados contribuye a la propagación de enfermedades diarreicas, lo que podría suponer un mayor peligro de muerte para los niños desnutridos. MSF está trabajando duro para ampliar sus operaciones médicas a pesar de los continuos obstáculos.

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MSF trabaja de forma continuada en Somalia desde 1991 y actualmente proporciona asistencia médica gratuita en ocho regiones del país. Más de 1.400 trabajadores somalíes, apoyados por otros 100 internacionales en Nairobi, dispensan atención de salud gratuita, cirugía, tratamiento nutricional y ayuda de emergencia a personas desplazadas en nueve emplazamientos del sur y el centro de Somalia.
Para garantizar la independencia y neutralidad de sus actividades, MSF no acepta fondos de ningún gobierno para sus proyectos en Somalia. Todos los programas de MSF en el país se financian con fondos de socios y donantes privados.

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