Aumenta el número de refugiados en Sudán del Sur

El número de refugiados registrados el pasado 7 de diciembre en el pueblo de Doro era de 21.500 y no para de aumentar cada día. Entre 500 y 1.000 nuevos refugiados llegan a diario. El viaje a pie desde sus casas, en el estado del Nilo Azul (Sudán), les ha llevado entre una semana y […]

El número de refugiados registrados el pasado 7 de diciembre en el pueblo de Doro era de 21.500 y no para de aumentar cada día. Entre 500 y 1.000 nuevos refugiados llegan a diario. El viaje a pie desde sus casas, en el estado del Nilo Azul (Sudán), les ha llevado entre una semana y hasta un mes. Pese a que ya está en marcha la creación de un campo de refugiados, a ninguna de las familias se les ha asignado aún un trozo de tierra por lo que la mayoría tiene que buscar un árbol o matorral donde dejar las pertenencias que pudieron llevarse consigo.

Los refugiados cuentan que han huido de la guerra en el estado del Nilo Azul del vecino Sudán. Un anciano que llegó recientemente le contó al personal de MSF que cree que toda su comunidad, de 5.000 personas, ha huido de Doro. “Hemos venido todos”, cuenta. “No ha quedado nadie”. Su comunidad está compuesta en su mayoría por granjeros de subsistencia, cultivan la tierra para comer. Está preocupado por sus nuevas circunstancias ya que pueden prolongarse muchos años y son desestabilizadoras. Muchos han estado en esta situación antes como refugiados en campos en Etiopía durante la guerra civil en Sudán. “Me siento muy mal estando aquí porque vemos que la vida será difícil para nosotros sin comida ni agua”, dice. “Mi gente no para de preguntarme cómo vamos a sobrevivir en este lugar”.

Los pocos servicios en la zona están desbordados. Cerca del perímetro del futuro campo de refugiados, una perforación con una bomba manual utilizada hasta ahora por la gente del pueblo está actualmente llena de mujeres y niñas que hacen cola con sus cubos de agua hasta 12 horas. Las tensiones están aumentando.

“Muchos de los pacientes que vemos en nuestra clínica tienen enfermedades respiratorias”, cuenta Robert Mungai Maina, sanitario de Médicos Sin Fronteras (MSF). “Y hay muchos pacientes con diarreas ya que en las últimas semanas no han habido letrinas y no hay agua suficiente. Hoy hemos tenido cuatro casos de diarrea con sangre y muchos más casos de diarrea acuosa. También estamos viendo niños desnutridos, algunos con desnutrición moderada y otros con severa. Estamos aquí para dar asistencia médica, pero estamos haciendo letrinas y preparando suministro de agua para dar respuesta a las necesidades inmediatas”.

Un hombre de 33 años contó a MSF que había venido buscando seguridad pero que ahora se enfrentaba a nuevos problemas. “[Durante nuestro viaje] mis hijos me preguntaban, ‘¿Dónde vamos?’ Querían irse a casa. Les expliqué que estábamos huyendo de la guerra y que necesitábamos ir a un sitio seguro. Pero aquí nos encontramos con muchos problemas. Vinimos a un lugar donde estar seguros pero la inseguridad alimentaria está ahora substituyendo el otro problema de seguridad del que huimos”.

Actividades de MSF en Doro

El 28 de noviembre, MSF puso en marcha una clínica temporal en Doro. Hasta el viernes pasado, MSF había hecho 700 consultas, entre ellas trató a 100 pacientes con malaria e hizo más de 100 consultas prenatales.

La mayoría de refugiados que buscan atención sanitaria tienen enfermedades respiratorias y diarrea. Esto se debe a que están durmiendo al raso, las noches son frías y no hay agua limpia ni acceso a la sanidad. La malaria es también común. La clínica proporciona vacunas y alimentos listos para consumo reforzadas con proteínas y minerales. MSF ha empezado a construir letrinas y poner en marcha medidas temporales para suministro de agua potable.

En total, MSF tiene 15 trabajadores internacionales y más de 70 locales.

Testimonio

Un trabajador comunitario de una ONG en el estado de Nilo Azul, de 33 años, fue entrevistado el 7 de diciembre en el campo de Dodo, adonde se vio obligado a huir. Pasó 10 años en un campo de refugiados en Etiopía durante de guerra civil de Sudán, volvió a su casa en 2005, y ahora vuelve a ser un refugiado:

“El viaje hasta aquí fue muy duro para nosotros. ¡Estaba tan lejos! Tardamos una semana y media hasta Doro. Nuestros hijos pequeños no podían caminar mucho. Mi mujer y nuestra hija de 11 llevaban a los gemelos de un año en la espalda. Yo cargué con la comida y nuestras pertenencias. Los otros, de nueve y cuatro, tuvieron que venir por su propio pie. Tras un rato, el de cuatro años se ponía a llorar.

En el camino los niños tenían hambre, algunos se pusieron enfermos con diarrea. El sol apretaba y bebíamos agua que no estaba limpia. Pese a todo conseguimos llegar a este campo.

Cada día empezábamos el viaje por la mañana y andábamos cuatro horas antes de descansar bajo un árbol. Si los niños no podían más nos quedábamos a dormir, si no seguíamos cuatro horas más. Siempre buscábamos agua. Mis hijos me preguntaban, ´¿Dónde vamos?´ Querían irse a casa. Les conté que huíamos de la guerra y que teníamos que ir a un lugar seguro.

Aquí nos enfrentamos a muchos problemas pero creemos que estaremos seguros. Por la noche hace mucho frío y no tenemos mantas. El agua lo tenemos que compartir con la gente local. Mi mujer se va por la mañana y a veces llega por la noche, puede estar hasta 12 horas esperando en la cola.

Necesitamos mucha ayuda. Vinimos a un lugar para estar seguros y aquí hay inseguridad alimentaria pero nos quedaremos hasta que nuestro pueblo sea una zona segura. Tengo miedo que tengamos que quedarnos mucho tiempo.»

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