Afganistán: nuestros pacientes en Herat luchan por sobrevivir al invierno

Adhmadullah Safi/MSF

Hemos abierto una clínica de invierno para las personas desplazadas de este suburbio de Afganistán. La sequía y la inseguridad les han forzado a huir y asentarse en tiendas improvisadas. Jamala, Agha Muhamad y Kadija dependen por completo de la ayuda humanitaria.

Jamala

Atención en salud sexual y reproductiva en Afganistán

Jamala tiene 40 años y es madre de cinco hijos. Vivía en el pueblo de Dara e Bam, en el distrito de Qades, en la provincia afgana de Badghis. Su familia decidió marcharse en agosto de 2018 por culpa de la grave sequía que padece la zona.

La conocimos en nuestra clínica de invierno para personas desplazadas de Kadistán, un suburbio de Herat, donde vino para una consulta sobre su embarazo. Espera dar a luz a su sexto hijo en 20 días.

“No estoy segura de dónde y cómo voy a dar a luz”, dice. “Desde que nos trasladamos a Herat, mi marido no tiene trabajo, y no tenemos otra fuente de ingresos. No tuvimos otra opción que dejar nuestro pueblo, porque nuestra única fuente de ingresos era nuestra tierra, y la sequía afecta gravemente a nuestra zona y no sabemos cuánto va a durar”.

Jamala venía también con su hija de 5 años, Bibi Jana, para que la viese el médico, porque había tenido fiebre durante los últimos días. “Vivimos en una tienda, y el clima cada vez es más frío. Nos preocupa cómo vamos a sobrevivir si empieza a nevar, porque no tenemos madera ni otro tipo de calefacción en nuestra tienda”.

La mujer se ha encontrado con otras familias de su propio pueblo en el asentamiento. Están todos allí por la misma razón, explica. “Hay una comadrona en nuestro pueblo, pero no puede cubrir todas las necesidades durante un parto, y teníamos que viajar dos horas hasta el hospital público de Qala eNaw. Necesitábamos comprar medicamentos, pagar el transporte y el alojamiento”.

Agha Muhamad

Familias desplazadas por sequía o conflictos Afganistán

Agha Muhamad tiene 60 años; es del pueblo de Naqchiristan, en el distrito de Qades, en la provincia afgana de Badghis.

“He traído a mi hija de 4 años, Bibi Hawa, para que traten su neumonía y su fiebre”, explica. “Ha tenido fiebre durante cuatro días. Vivimos en una tienda, y las temperaturas son muy bajas. Nuestros hijos se ponen enfermos cada dos por tres. No tenemos suficientes mantas”.

Agha vive con cinco miembros de su familia en el asentamiento de desplazados de Kadistán, en Herat, durante los últimos ocho meses. Trabajaba como granjero en su pueblo antes de verse forzado a dejar su casa a causa de la sequía y la falta de seguridad.

Algunos de mis familiares siguen en el pueblo, y estoy preocupado por cómo lidiarán con esas dificultades: no había agua, perdimos nuestro ganado y no había trabajo para alimentar a nuestras familias”.

Kadija

Desplazados en Afganistán

Kadija tiene 20 años; es una desplazada del distrito de Chekhcharan, provincia afgana de Ghor desde junio de 2018. Ahora vive en una tienda con su familia en el asentamiento de Kadistán, en Herat. Trajo a su hija de 2 años, Bibi Aysha, a nuestra clínica de invierno para que la traten de diarrea aguda.

“Hace seis meses no tuvimos más opción que dejar nuestra casa en Chekhcharan. Acabamos viniendo aquí para sobrevivir”, confiesa. “Solo podemos confiar en la ayuda que recibimos de las organizaciones humanitarias en el asentamiento, y estamos preocupados de que por la falta de alimentos mi hija pueda sufrir desnutrición. Ha estado perdiendo peso de forma constante desde que nos trasladamos aquí”.

Como muchos otros hombres desplazados en el asentamiento, su marido era granjero en Ghor, pero no ha conseguido encontrar trabajo desde que le trasladaron a Herat.

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