Malaui está avanzando en la lucha contra el VIH, pero la prevalencia sigue siendo alta, de casi el 9%. En Chiradzulu, donde la tasa es del 17%, MSF lleva 15 años con programas para personas con VIH, con el foco puesto en los grupos vulnerables, como niños, adolescentes y pacientes cuyos tratamientos antirretrovirales (ARV) de primera y segunda línea están fracasando.
En Blantyre, MSF siguió trabajando con el Hospital Central Queen Elizabeth para tratar el cáncer de cuello uterino, un importante problema de salud pública derivado de las altas tasas de coinfección por el VIH y la inadecuada detección y atención de esta enfermedad. El programa incluye promoción de la salud, detección, cirugía, quimioterapia y cuidados paliativos.
En 2020, el COVID-19 nos forzó a reducir nuestra actividad, aunque en Malaui no hubo una cantidad significativa de casos hasta finales de año, con la segunda ola. MSF apoyó la respuesta nacional a la pandemia colaborando en la prevención y control de infecciones, el triaje, la promoción de la salud y la atención médica en el hospital de distrito de Nsanje.
Por otra parte, a lo largo del año, cerramos o traspasamos a las autoridades locales y a organizaciones comunitarias tres proyectos dedicados a grupos específicos: el proyecto de VIH avanzado de Nsanje (destinado a mejorar la detección y tratamiento comunitarios, la atención hospitalaria y el seguimiento); el programa en la prisión de Chichiri para el tratamiento preventivo de la tuberculosis (que atendía a un millar de personas, con exámenes periódicos, tratamiento y control de coinfecciones); y las actividades para mujeres en situación de prostitución (cuyo enfoque inter pares ha permitido a casi 7.000 de ellas acceder a salud sexual y reproductiva y atención al VIH y la tuberculosis, tanto en sus propias comunidades como en las clínicas de Neno, Dedza y Nsanje).