La ciudad más grande, Guayaquil, se colapsó a medida que los casos aumentaban rápidamente. Las autoridades hicieron todo lo posible por responder a la pandemia, pero fueron sorprendidas por la escala, velocidad y letalidad del virus; a finales de marzo, ya no podían hacer frente a la elevada mortalidad e incluso muchos cadáveres quedaban sin recoger en las calles durante semanas.
MSF no estaba trabajando en Ecuador, pero actuó rápidamente en abril para enviar a un equipo con cierta experiencia con el COVID-19 en Europa. Con el fin de apoyar al Ministerio de Salud, inicialmente este equipo asistió en centros médicos y residencias de mayores, priorizando la prevención y control de infecciones. También coordinó un programa de promoción de la salud en las comunidades más vulnerables, con orientaciones claras sobre cómo protegerse y proteger a otras personas.
A medida que las cifras se controlaban en Guayaquil, la situación comenzaba a tornarse más crítica en la región de Las Esmeraldas y en la capital, Quito. Al tener sus recursos limitados, el equipo de MSF no pudo ampliar su apoyo y tuvo que decidir dónde podría ser de mayor ayuda; a medida que el número de casos aumentaba de manera más pronunciada en Quito, MSF decidió ayudar a las autoridades de la capital con las pruebas de COVID-19 y capacitar al personal de los puestos sanitarios fijos y de los equipos móviles que trabajaban en zonas urbanas y rurales.
También capacitamos al personal de residencias de mayores y albergues para personas sin hogar en la capital, aprovechando la experiencia que habíamos adquirido en Europa y Brasil.
Además, dimos apoyo en un centro de tratamiento de COVID-19 habilitado por las autoridades, con donaciones de suministros médicos y capacitación técnica para fortalecer la atención clínica. También ayudamos a adaptar parte del centro de cuidados paliativos.