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Reinaldo Ortuño Gutierrez

Médico- Bolivia
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Reinaldo Ortuño Gutierrez es un médico oriundo de Cochabamba, Bolivia, tiene una especialidad en medicina tropical y desde hace 13 años trabaja con Médicos Sin Fronteras (MSF).  

Su primera misión fue en 2007 en Etiopía y desde entonces ha trabajado junto a la organización en diferentes contextos: Colombia, Burundi, Costa de Marfil, Somalilandia, Guinea-Conakry y Malawi.

Hoy, él es el coordinador médico de MSF en Zimbabue. Su trabajo, como el mismo lo describe, consiste principalmente en “dar soporte estratégico y orientación médica a los programas que MSF gestiona en el país, brindando apoyo y realizando visitas a los equipos en el terreno”.

En esta entrevista, Reinaldo nos cuenta acerca de los cinco proyectos en los que MSF brinda respuesta en el país y de cuáles han sido sus mayores desafíos en este nuevo contexto al que llegó hace un año.

¿En qué consisten los proyectos de MSF en Zimbabue?

Actualmente MSF gestiona cinco proyectos en el país. Uno de ellos se encuentra en Harare, la capital de Zimbabue, y está enfocado en brindar servicios de agua y saneamiento. La contaminación por cólera y tifoidea es bastante alta en la ciudad, entonces para frenar la propagación de enfermedades que son transmitidas por el agua, los equipos de MSF trabajan para rehabilitar los pozos contaminados y perforar otros nuevos. Un elemento fundamental en este programa ha sido involucrar a los vecinos en el cuidado de sus pozos, lo que hemos impulsado mediante la creación de clubes comunitarios.

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Actualmente MSF gestiona cinco proyectos en Zimbabue. Uno de ellos se encuentra en la capital, Harare, y está enfocado en brindar servicios de agua y saneamiento.

En Harare tenemos además un segundo proyecto donde ofrecemos servicios de salud sexual y reproductiva para adolescentes que viven en los suburbios. En este sentido, hacemos un gran trabajo de sensibilización con la comunidad, a través de formadores comunitarios a los cuales les brindamos capacitación sobre cómo realizar el trabajo de sensibilización y promoción de la salud.

También, desde hace 10 años, gestionamos un proyecto de VIH en el distrito de Gutu, donde nos focalizamos en pacientes que están fallando al tratamiento antirretroviral o que tienen una carga viral elevada. Hacemos tests de CD4 en los centros de salud y tests rápidos para la meningitis y tuberculosis, y contamos con un programa de prevención, diagnóstico y atención para cáncer cervico-uterino.

Otro de nuestros programas en la provincia de Manicaland está vinculado a la atención de enfermedades no transmisibles. En este sentido, trabajamos junto al Ministerio de Salud para implementar una iniciativa dirigida por personal de enfermería para ampliar el tratamiento y control de pacientes con hipertensión y diabetes.

Y por último, en Beitbridge, en la frontera con Sudáfrica, dirigimos servicios de atención primaria para los migrantes que migran hacia Sudáfrica por pasos fronterizos informales. Allí realizamos clínicas móviles, donde brindamos servicios de planificación familiar, atención primaria de salud y realizamos test de VIH. También damos apoyo a un centro de recepción de migrantes donde brindamos atención primaria de salud, para enfermedades crónicas y salud mental.

A partir de todos estos años de experiencia de trabajo con la organización, ¿cuál es el desafío particular de trabajar en Zimbabue?

Tenemos programas muy diversos. Son 5 proyectos totalmente distintos, en medio de una crisis económica persistente y bastante grave. El sector de salud zimbabuense afronta muchos retos, como la escasez de suministros médicos y medicamentos esenciales y la falta de fondos para mantener los servicios de agua y saneamiento. En este sentido, es un desafío trabajar en un contexto que presenta estos problemas socio económicos y políticos, donde al mismo tiempo hay riesgos de que puedan surgir epidemias.

Comenzaste a trabajar en el país en marzo de 2019, justo en el momento en que el ciclón Idai afectó a Zimbabue, Mozambique y Malawi. ¿Cómo fueron esos días?

Llegué a Zimbabue dos días antes del impacto del ciclón. Recuerdo que se hacía muy difícil acceder a algunos pueblos, las carreteras estaban totalmente devastadas y no había manera de llegar. Hubo poblaciones que fueron arrasadas por el agua y el lodo.

Lo que hicimos entonces en primer lugar fue brindar atención a las víctimas con traumatismos o necesidades urgentes y llegar a través de clínicas móviles a lugares donde los caminos estaban cerrados. También, fuimos a pie o en bicicleta para llevarles medicamentos y atención primaria de salud a aquellas personas que tenían enfermedades crónicas.

En este sentido, también significó un desafío para mí. Había recién llegado al país, estaba comenzando a entender el trabajo que hacía MSF cuando de repente surgió esta urgencia, ante la cual por supuesto tuvimos que adaptarnos y abandonar nuestra rutina laboral para dar respuesta a esta emergencia.

De toda tu experiencia de trabajo con MSF, ¿recordás alguna anécdota que al día de hoy lleves con vos?

Sí, tengo un recuerdo grato de mi primera misión en Etiopía. Un día, llegó a la clínica una mujer que estaba en trabajo de parto y que al vivir en una zona remota, no había sistemas de diagnóstico y tampoco había podido realizarse un control prenatal. Al momento del parto, ella tuvo a un bebé totalmente sano.

Pero cuando estábamos esperando a que salga la placenta, nos dimos cuenta que no era solo un bebé el que estaba por nacer, sino que eran trillizos. Los niños nacieron todos sanos y al final su mamá, le puso mi nombre a uno de ellos.

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