Martín es un cirujano argentino que trabajó durante diez años con Médicos Sin Fronteras (MSF) en lugares como Sudán, Sri Lanka, Colombia, Haití, Siria, Sudán del Sur, la Franja de Gaza y Bolivia.
Su primera misión fue en 2005 en Darfur, Sudán, experiencia de la que surgió su reciente libro "Los niños del desierto. La misión de un cirujano de Médicos Sin Fronteras en el corazón de África”, de la editorial Penguin Random House.
MSF trabajó por primera vez en este país en 1979 y continúa haciéndolo en la actualidad. Los equipos buscan mejorar y ampliar los servicios de salud, especialmente para las personas que fueron desplazadas por la violencia dentro del país o quienes tuvieron que cruzar la frontera a Sudán del Sur. A finales de 2018, se estima que hubo casi dos millones de desplazados internos, 851,000 refugiados procedentes de Sudán del Sur y muchas personas que cruzaban el país de camino a Europa.
En esta nota, Martín recuerda sus primeros pasos con la organización, sus expectativas y hace hincapié en la resiliencia y la valentía de los pacientes a los que atendió a lo largo de su trabajo con MSF.
¿Te acordás qué sentiste cuando llegaste por primera vez al terreno?
Sentí que estaba viviendo una película. Era tan diferente a mi vida que al principio la experiencia me resultó muy impactante. Recuerdo las caras y los gestos de las personas de Golo, un pueblo que queda en Darfur del oeste y donde trabajé durante mi primera misión. En ese momento, era un lugar que estaba aislado del mundo, no había luz eléctrica y tampoco internet. Fue una misión difícil pero mágica. La disfruté mucho y fue triste cuando llegó el momento de despedirme.
¿Te encontraste con lo que esperabas?
Sí. Cuando uno sale de misión con MSF, la organización te informa con anticipación acerca del contexto donde vas a trabajar, las condiciones, las actividades a realizar y sobre los riesgos que comporta trabajar en terreno.
¿Cuál fue la decisión más difícil que tuviste que tomar a lo largo de los proyectos en los que trabajaste?
Es muy difícil nombrar una. Las decisiones que uno tiene que tomar en contextos donde las condiciones del lugar son básicas y los recursos limitados son muy complejas. Tal vez cuando hay más recursos, por ejemplo equipos médicos como tomógrafos o ecógrafos, o laboratorios completos, esas decisiones son más fáciles de tomar o uno tiene más capacidad para decidir, a diferencia de aquellos contextos en los que los medios son más elementales.
En algunas entrevistas donde hablás sobre tu reciente libro mencionás que no todo lo vivido ha sido un drama, sino que también hubo momentos de alegría. ¿Cuál serían para vos esos recuerdos alegres?
Los recuerdos más alegres están relacionados con los nacimientos y con los momentos compartidos con la gente del lugar. Por ejemplo, en muchos países de África, cuando nacen los bebés, cuando alguien se casa o se recibe, se usa el ulular, que es un grito de festejo fuerte y eufórico que se realiza en momentos muy felices.
También, recuerdo que era muy lindo caminar por el pueblo, los chicos nos seguían por la calle con ganas de compartir un momento con nosotros, y el compañerismo que había en MSF. No había tecnología de por medio, no había distracciones, entonces cuando estábamos entre colegas se producían charlas muy entretenidas. Cuando uno está en el terreno, comparte muchos momentos laborales y muchos momentos en la casa donde se vive con el resto de sus compañeros. Todas esas relaciones se dieron de muy buena manera. De hecho pasaron trece años y seguimos siendo amigos.
Y en relación a tus pacientes, ¿qué es lo que más recordás?
El agradecimiento de la gente. En los lugares donde trabajé con MSF había personas que habían caminado por más de un día para acceder a la atención médica, estaban prácticamente en estado crítico y cuando llegaban se sentaban en la sala de espera sin protestar. Quizás ese día había mucho trabajo y tenían que esperar por más de dos horas hasta ser atendidos; pero a pesar de eso se iban felices, sonrientes y muy agradecidos.
Hay muchos ejemplos que me emocionan de la resiliencia de los pacientes y de sus historias de supervivencia. Creo que cada uno de ellos es un héroe porque les han pasado cosas tremendas y a pesar de eso se mantienen enteros. A través de mi trabajo fui testigo de las consecuencias diarias que les tocaba vivir al estar en medio de una crisis, y aún en esas circunstancias, ponían buena cara y seguían con sus vidas. Agradezco el ejemplo de nuestros pacientes, uno se da cuenta en esos momentos que a veces uno se queja por nada.
¿Qué le dirías al Martín que está por realizar su primera misión con MSF?
Que siga para adelante, que lo va a disfrutar mucho, que lo va enganchar. Así como yo creía que iba a salir con MSF solo por tres meses, es posible que continúe y que terminen siendo diez años.