urante más de 20 años, República Centroafricana (RCA) ha sufrido reiteradas crisis políticas y militares. Su población tiene enormes dificultades para conseguir atención médica, debido a su desplazamiento forzoso a causa de los grupos armados y a las deficiencias de un sistema de salud disfuncional y de pocos recursos.
Johan Alvarez Leiva es un médico chileno que tuvo su primera misión con Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kabo, en la región Ouham, en el norte de RCA. Allí estuvo en dos oportunidades, en 2015 y en 2016; en total fueron 14 meses de trabajo en los que se desempeñó como coordinador médico y referente técnico para el personal local e internacional de MSF. En este texto, nos cuenta acerca de su experiencia de trabajo en un país donde un gran número de personas continúan atrapadas en medio de un conflicto crónico, careciendo de acceso a servicios básicos como la vivienda, la alimentación, la atención médica y la protección.
¿En qué consistió tu trabajo en RCA?
Durante mi primera misión en el país, fui responsable de coordinar las actividades médicas en el Hospital de Kabo, principalmente como referente técnico para apoyar y reforzar las competencias del personal local frente a las diferentes situaciones clínicas y sanitarias que ocurrían en el hospital y en las zonas rurales cercanas.
En mi segunda misión, me desempeñé como coordinador médico, continuando con la gestión de la estructura hospitalaria, es decir la red sanitaria que estaba constituida por un hospital y por tres puestos de salud, así como también de la zona rural, para brindar respuesta a urgencias y epidemias a través de campañas de vacunación, diagnóstico y tratamiento de las principales enfermedades (infectocontagiosas, trauma y desnutrición); y mediante la distribución de kits de primera necesidad. En RCA existen barreras geográficas, sociales y de seguridad por las cuales las poblaciones vulnerables no pueden acceder fácilmente a instalaciones de salud, entonces nuestra función también consistía en encontrar mecanismos para disminuir esas barreras, como por ejemplo la descentralización de ciertos tratamientos o de otras actividades para que sean más accesibles para la población.
¿Cuál era la situación de la población a la que estabas atendiendo?
En el área de Kabo, como en todavía buena parte del territorio del país, la población se encuentra inmersa en medio del conflicto crónico que afecta a RCA desde hace ya varios años. En el corredor en el cual estaba trabajando, una zona a través de la cual se busca garantizar la asistencia y la distribución de la ayuda humanitaria a la población afectada, las personas acostumbran a desplazarse a los campos en época de cosecha, pero también, en búsqueda de protección frente a situaciones conflictivas. Este contexto la convertía en un área muy dinámica donde con frecuencia surgían nuevos refugios para personas desplazadas o aumentaba el número de población que vivía en ellos.
En estos sitios donde las personas se desplazan prácticamente sin ninguna pertenencia, que no pueden asegurarse una buena alimentación como así tampoco higiene, que están hacinados y que además están en constante movimiento, se genera situaciones de salud muy vulnerables donde son posibles epidemias de cólera, de sarampión y de fiebres hemorrágicas.
¿Cuál fue la mayor dificultad con la que te encontraste?
La mayor dificultad fue poder acceder a las poblaciones más vulnerables a causa de la falta de condiciones de seguridad en el país.
¿Hay algún caso o paciente que recuerdes en particular?
Recuerdo cuando fuimos a brindar asistencia médica a un campo de desplazados cercano a la frontera de RCA con Chad, había 2900 personas aproximadamente que no tenían asegurado el acceso al agua ni a la alimentación. Una vez allí, donde realizamos actividades preventivas, vacunaciones y diagnóstico y tratamiento de desnutrición, me vi rodeado de repente de 120 mujeres quienes me relataban cómo su vida era un escapar continuo a causa de los conflictos en su propio país, caminando kilómetros y kilómetros simplemente para buscar un poco de tranquilidad. Sin embargo, en el transcurso de ese trayecto, me contaban que resultaban violentadas, que les robaban sus cosas o que tenían que pagar sumas de dinero que no tenían para poder ingresar a un país donde buscar mayor seguridad. En ese contexto y en ese momento, para ellos, un puesto de salud de MSF era una esperanza.
¿Qué balance personal hacés de esta misión con MSF?
Nuestro trabajo se caracteriza por el dinamismo; ningún día es igual a otro, ningún minuto es igual a otro. Trabajar en el terreno implica esforzarse por ser muy creativo, ser capaz de tomar desafíos personales y modificar toda una estructura que tal vez traes de tu formación de base. Conlleva ser muy abierto y flexible a modificar todo aquello que tu aprendiste o modificar aquellas cosas que para ti están establecidas. Y también, aprendí a nunca perder la capacidad de asombro y de sentir que se pueden hacer cosas que muchas veces parecen muy difíciles o imposibles.