Back to top

Dolores Sosa

Responsable de Prensa- Rafaela, Santa Fe, Argentina
-A A +A

Cuatro equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) se desplazaron a Ecuador luego del terremoto y trabajaron en las zonas más afectadas de las provincias de Manabí y Esmeraldas. En total, el personal de MSF desplegado en estas regiones facilitó atención psicológica y formación a 4.950 personas, y  llevó a cabo 120 consultas médicas. También, los equipos de MSF realizaron la donación de más de 560 tiendas, 680 kits de higiene, 200 kits de cocina, colchones, mantas, lonas de plástico y 10 tanques de agua con 5.000 litros de capacidad. 

Dolores Sosa es periodista y trabaja desde 2013 en la oficina regional de Médicos Sin Fronteras en Buenos Aires, como Responsable de Prensa para los países de América del Sur de habla hispana. Durante la intervención de la organización en el terremoto de Ecuador, Dolores acompañó a los equipos para registrar las actividades. En este texto reflexiona sobre su primera experiencia en terreno.

Todos los días uso la palabra terreno pero no soy lo que en Médicos Sin Fronteras (MSF) comúnmente se llama una trabajadora de terreno. Como responsable de prensa para los países de América del Sur de habla hispana, mi trabajo está basado en la oficina de Buenos Aires y consiste principalmente en facilitar la cobertura de prensa en los países de la región sobre las crisis médico-humanitarias en las que interviene MSF. Es decir, acercar al público, a través de los medios de comunicación, lo que ven nuestros equipos de primera mano, en el terreno, y brindar testimonio sobre el sufrimiento de las personas a las que intentamos ayudar.

Pero hubo un día en que el subte que tomo todos los días para llegar a la oficina cambió de forma y dirección. Y todo lo que llevo cotidianamente en mi mochila, fue reemplazado por un grabador, una cámara fotográfica, un anotador y más de un teléfono móvil. El 16 de abril pasado, Ecuador, uno de los países vecinos con los que suelo trabajar, fue golpeado por un terremoto de magnitud 7.8 provocando en pocos segundos graves pérdidas humanas y materiales. Cuatro equipos de MSF se dirigieron a las zonas más afectadas de las provincias de Esmeraldas y Manabí para ayudar a las víctimas, y junto a un fotógrafo español colega de MSF, nos tocó unirnos a ellos para hacer la cobertura periodística de la emergencia.

Ver lo que nuestros equipos ven

El último sismo que había golpeado a Ecuador ocurrió en 1979 y según lo que pude leer en los medios ecuatorianos, resultaban tal vez más amenazantes sus volcanes en actividad que la posibilidad de que ocurriera un nuevo terremoto. Muchas de las personas afectadas que nos contaron su experiencia, coincidieron en que el sismo los había tomado por sorpresa y que incluso, pensaban que se trataba de un tsunami. “¿Sientes como la tierra se mueve?”, me preguntó una mujer en uno de los refugios donde MSF brindó asistencia. “El 1 de mayo va a llegar un tsunami”, me confirmó luego. Los rumores sobre nuevas réplicas no dejaban de llegar tras el terremoto y colaboraban a aumentar el temor entre la población damnificada.

Durante los días que acompañamos a nuestros colegas de MSF en el terreno, nos amalgamamos a sus mismos tiempos y horarios de trabajo. Recorrimos junto a ellos refugios de todos los tamaños y en condiciones muy disímiles, y tuvimos la oportunidad de conversar con muchas personas que no sólo tuvieron que afrontar la pérdida de sus seres queridos y la de sus hogares, sino también la de sus trabajos. Gran parte de la economía de las zonas que resultaron más afectadas depende de la pesca y el turismo, y ambos sectores sufrieron las secuelas de esta catástrofe.

Las personas que no se encontraba en los albergues oficiales, improvisaron refugios para no alejarse de las pocas pertenencias que les quedaban y que habían resistido al terremoto. En estos casos, podía verse a familias enteras durmiendo en estructuras construidas con cuatro palos de guadua y un nylon, o en frágiles cajas de cartón, sin tener sus necesidades básicas cubiertas. A veces se ubicaban a los costados del camino para poder ser vistos y recibir ayuda humanitaria de las organizaciones que como MSF también estaban trabajando en el país.

Sin hogar, sin privacidad, sin trabajo y con la incertidumbre de cuál sería su situación en un futuro próximo, el miedo a las réplicas continuaba a lo largo de todo el día. Al volver al anochecer a las instalaciones de MSF, podíamos ver que incluso aquellos que sus casas no habían sufrido daños significativos, preferían dormir fuera sacando sus colchones a la calle.

Cuando terminaba el recorrido, a mi trabajo le faltaba aún una parte muy importante. Llegaba el momento de tomar la computadora, recopilar la información y el testimonio de nuestros equipos y pacientes, y poner en palabras el trabajo del día. No siempre resultaba una tarea sencilla. Trabajar en los contextos de emergencia tiene sus dificultades y en cuanto a comunicación se refiere, la falta de conexión a internet y la falta de señal telefónica me hicieron correr en más de una ocasión para llegar a enviar los contenidos elaborados al resto de las oficinas de MSF. Pero presenciar y poder transmitir de primera mano lo que allí sucedía, valía sin dudas todos los maratones. 

Retratos de una intervención

Dicen que a la hora de tomar retratos, la regla básica es enfocar a los ojos. No sólo porque la mirada suele ser un gesto intuitivo para tener un primer contacto visual, sino también porque conllevan la fuerza de la expresión.

Para poder contar de la manera más directa posible las condiciones que estaban atravesando las personas afectadas tras el terremoto, uno de los primeros materiales desde el terreno que decidimos compartir junto a mi colega fue una galería fotográfica que incluía sus retratos, sus voces y sus nombres.

Ya de regreso a la oficina y luego de haber presenciado la situación límite de muchas personas, entre audio y audio de entrevistas, aún puedo encontrarme con historias que terminan con un final esperanzador: “Perdimos a muchas personas queridas”, dijo Mariana Esmeralda Castillo, desde el Refugio Alto de Portete, Portete. “Pero cada día, me acuesto y me levanto y no dejo de agradecer por la oportunidad de seguir con vida”.

Volver a Desde el terreno