Back to top

Andrés Carot

Cirujano/a- Córdoba, Argentina
-A A +A

Andrés Carot es cirujano y en 2009 realizó su primera misión con Médicos Sin Fronteras, durante una campaña de vacunación contra la meningitis en el oeste de África. La campaña abarcó tres países - Nigeria, Níger y Chad – y se trató de la mayor intervención de este tipo para MSF. Aquí, Andrés cuenta su experiencia en Nigeria en el marco de esta campaña que, entre enero y abril del año pasado, llegó a vacunar a 7 millones y medio de personas contra la enfermedad.

Actualmente Andrés se encuentra participando de la intervención de emergencia de MSF en Haití, como consecuencia del terremoto que asoló al país.

Nigeria, 2009

Me recibí de médico en la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina, en el año 2003 y terminé mi residencia en cirugía general en el 2008. Durante el 2º año de la carrera de Medicina empecé a colaborar en una ONG local que se ocupaba de la problemática de los niños en situación de calle y ahí me di cuenta que ayudar a poblaciones tan vulnerables, era lo que mas me motivaba y entusiasmaba.

Cursando la carrera conocí de la existencia de Médicos Sin Fronteras (MSF) y en el 2º año de la residencia de cirugía me contacté con ellos. Luego de un proceso de selección y de un curso de formación se estaba cumpliendo mi sueño: ser el médico de las personas más olvidadas de este mundo tan desigual del que formamos parte.
Éste es el relato de mi primera misión médico-humanitaria con MSF.

Llegué a Abuja, la Capital de Nigeria, el martes 24 de marzo de 2009 y luego de pasar la noche allí partí hacia la ciudad de Zaria, ubicada al norte del estado de Kaduna. En ese lugar se encontraba el equipo de trabajo del que empecé a formar parte. Éramos 18 expatriados (así se llama al personal internacional de MSF, e incluye a médicos, enfermeros, logistas y administradores) acompañados de un gran número de personal nacional, para hacerle frente a esta gran epidemia de meningitis cuyos primeros casos se habían registrados meses atrás.

Nuestro proyecto estaba abocado a la campaña de vacunación y al manejo de los casos clínicos de meningitis de todo el estado de Kaduna (más de 6 millones de habitantes). Y, como el nuestro, había 11 proyectos más de Médicos Sin Fronteras, distribuidos por otros estados de Nigeria y en los países vecinos Niger y Chad. Fue la epidemia de meningitis más grande de los últimos 10 años.

Yo formaba parte del equipo de case management, que consistía en visitar diferentes centros asistenciales (hospitales de ciudad, rurales y centros médicos periféricos; fueron 59 en total) y dar allí entrenamientos en cuanto al diagnóstico y manejo de los pacientes enfermos de meningitis, donar las drogas necesarias para su tratamiento y recolectar datos para saber y predecir el curso de la epidemia.

Por otro lado, los equipos de vacunación se dirigían a los diferentes lugares con criterio epidemiológico para conocer el terreno, a su gente y montar los diferentes sitios donde se realizarían las vacunaciones. Tuve la suerte de acompañar en un par de oportunidades a estos equipos y de disfrutar de este acto de la medicina que es el más importante: la prevención.

Los casos que contabilizamos fueron más de 2200, y 92 muertes por meningitis, solamente en el Estado de Kaduna. Muchos de los hospitales no daban abasto y el panorama era muy diferente entre hospitales de las principales ciudades, donde “había” médicos y recursos (antibióticos para tratar la meningitis); y los centros periféricos y hospitales rurales, donde los recursos eran deficientes y los pacientes eran atendidos por enfermeros y agentes de salud supervisados por algún médico que los visitaba semanalmente.

Lo primero que me impactó de mi estadía en Nigeria fue ver la cantidad de niños descalzos llevando en sus cabezas bultos, baldes, ollas que contenían alimentos y otros productos que vendían para poder vivir y ayudar a sus familias.

Una de las situaciones que más seguido se me viene a la cabeza desde que volví de allí fue una vez que fui al Hospital General de Giwa y, cuando estaba recorriendo la sala de enfermos (había 40 personas internadas con meningitis), se me acercó un anciano que estaba acompañando a su hija que padecía de meningitis y tétanos, y me agarró las dos manos. Mirándome, se arrodilló y mi dijo algo en hausa (una de las 200 lenguas que se hablan en Nigeria) que no entendí. Me quedé impresionado por la forma en que me miraba. Luego, Gloria, la jefa de matronas que me acompañaba, me explicó que el hombre me estaba agradeciendo por estar ahí y ayudar a su hija.

En Nigeria me encontré con una realidad tan diferente a la mía que me ayudó a entender y sentir realmente que por más que uno no pueda resolver todos los problemas y las injusticias que se le presentan, esas pequeñas acciones que uno hace se multiplican y se logran grandes resultados que hacen a este mundo un poco más soportable para muchos; y para mí, esa es la idea.

Volver a Desde el terreno